Francisco le pide socorro por la paz a María: “Convierte los corazones de quienes alimentan el odio”

Francisco le pide socorro por la paz a María: “Convierte los corazones de quienes alimentan el odio”
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La paz es una de las grandes preocupaciones de Francisco, especialmente en este tiempo en que, como ha repetido muchas, el mundo vive una Tercera Guerra Mundial en pedazos. Eso le ha llevado, en la víspera de la Jornada de Oración y Ayuno, que se realiza este 7 de octubre, a convocar el rezo del Rosario en la Basílica de Santa María la Mayor, a los pies de la Salus Pópuli Romani, a la que siempre acude para encomendar y agradecer por sus viajes apostólicos.

Presencia de los participantes de la Asamblea Sinodal

Una celebración en las que han estado presentes los participantes de la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se realiza en el Aula Paolo VI, de 2 a 27 de octubre, entre ellos algunos de los futuros cardenales, cuyos nombres se han conocido en el Ángelus de este domingo, 6 de octubre. Una asamblea que constantemente pide por la paz en el mundo y en la que participan personas que sufren muy de cerca las consecuencias de las diversas guerras que forman parte del actual panorama mundial.

A “María, Madre nuestra”, Francisco le ha invocado, diciendo: “estamos de nuevo aquí ante ti. Tú conoces los dolores y las fatigas que en esta hora abruman nuestro corazón”, especialmente el suyo, para quien la paz en el mundo es algo presente constantemente en su corazón, en su oración y en sus discursos.

A María la ha dicho: “Nosotros elevamos la mirada hacia ti, nos sumergimos en tus ojos y nos encomendamos a tu corazón”, recordando las “difíciles pruebas y humanos temores”, por los que María pasó. Ante eso, Francisco recordó que ella fue “valiente y audaz; confiaste todo a Dios, le respondiste con amor, te ofreciste incondicionalmente”.

Intrépida mujer de caridad

El Papa ensalzo en María su condición de “intrépida Mujer de la caridad”, destacando que fue “rápidamente a ayudar a Isabel; con prontitud percibiste la necesidad de los esposos durante las bodas de Caná; con fortaleza interior en el Calvario iluminaste de esperanza pascual la noche del dolor. Por último, con ternura de Madre animaste a los discípulos temerosos en el Cenáculo y, con ellos, acogiste el don del Espíritu”.

A ella le ha suplicado: “¡escucha nuestro clamor! Necesitamos tu mirada amorosa que nos invita a confiar en tu Hijo Jesús. Tú que estás dispuesta a acoger nuestros dolores, ven a socorrernos en este tiempo en que estamos oprimidos por las injusticias y devastados por las guerras; enjuga las lágrimas sobre los rostros sufridos de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos; despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia, para que se cumpla pronto la profecía de Isaías: ‘Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra’ (Is 2,4)”.

Igualmente, pidió a María que dirija su “mirada maternal a la familia humana, que ha perdido el gozo de la paz y ha extraviado el sentido de la fraternidad”. Igualmente, pidió su intercesión “por nuestro mundo en peligro, para que custodie la vida y rechace la guerra; para que cuide a los que sufren, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos y a los afligidos, y proteja nuestra casa común».

Convierte los corazones

Finalmente, dijo: “Te suplicamos la misericordia de Dios, ¡oh Reina de la paz! Convierte los corazones de quienes alimentan el odio, silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre e inspira proyectos de paz en las decisiones de quienes gobiernan las naciones”. A la Reina del santo Rosario, le dijo Francisco, “desata los nudos del egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal. A nosotros tus hijos llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos tu caricia de Madre, que nos hace esperar el advenimiento de una nueva humanidad donde ‘el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz’ (Is 32,15-17)”.


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