Lucio Ruiz: Sínodo digital, “un capítulo nuevo a lo que significa y significó siempre la misión en la Iglesia”

Monseñor Lucio Ruiz hablando sobre la misión digital
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Un lugar en el que hay que misionar. Así ve el secretario del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, Mons. Lucio Ruiz, el ambiente digital. Algo que ha impulsado con el Sínodo digital, despertando interés en todos los lugares del mundo y en todos los niveles de Iglesia. Su propósito es generar “la esperanza de que se pueda abrir un capítulo nuevo a lo que significa y significó siempre la misión en la Iglesia”.

Por eso, insiste en que “la primera cosa importante es el comprender que lo digital no es un instrumento, sino es una cultura”. En este contexto, nos propone ir dando pasos que incorporen lo digital al gran flujo misionero de la Iglesia. ¿Por qué? Porque, en las redes, la gente busca respuestas, sentido. Un tercio de los participantes del Sínodo digital eran no creyentes y, con él, más personas han vuelto a la Iglesia.

Este fin solo puede conseguirse con un lenguaje que se entienda. “La llamada a nuestra puerta de la misión digital es a poner atención de cómo cambiando el lenguaje. También se puede llegar de nuevo a la gente, se puede llegar a gente que antes no escuchaba”. El desafío será “saber vivir en estos ambientes” y “poder unir institución y carisma”.

En este marco, Monseñor Lucio comenta sobre esta nueva forma de ver la misión en la Iglesia:

Conocer la cultura digital es uno de los desafíos que presenta el Instrumentum laboris para la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad. ¿Existe entre la jerarquía ese deseo de conocer la cultura digital? ¿Cómo puede ayudar a incrementar ese interés el grupo de estudio sobre Misión en el entorno digital del que usted forma parte?

En el Sínodo digital, me he encontrado con mucho interés por la cultura digital y las posibilidades que presenta a la evangelización. Es una puerta para los que buscan, para los que sufren, para los que tienen preguntas. Ese interés quedo manifestado en el capítulo 17 del Informe de Síntesis de la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal. Fue la primera vez que, en un documento de la Iglesia, aparece la idea de misión en los ambientes digitales.

Nunca se había hablado del ambiente digital como un lugar donde hay que ir a misionar.  Todos, obispos, conferencias episcopales, diócesis, están llamando, queriendo conocer los misioneros digitales. Esto nos da la esperanza de que se pueda abrir un capítulo nuevo a lo que significa y significó siempre la misión en la Iglesia.

Estamos trabajando en el grupo 3, que ha creado el Papa con el Dicasterio para la Comunicación, el Dicasterio para la Cultura y Educación y el mismo Sínodo. El grupo 3 debe responder cómo hacerlo. Por eso, las preguntas que se proponen ahí están orientadas a reflexionar y preguntarle a la Iglesia cómo hacer la misión digital.

El Informe de Síntesis de la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal define la cultura digital como una dimensión crucial del testimonio de la Iglesia. ¿Qué pasos deberían ser dados para concretar eso?

La primera cosa importante es el comprender que lo digital no es un instrumento, sino una cultura. No se trata de dispositivos que hay que aprender a manejar mejor. No es producción de contenidos que nos sirven para la pastoral, sino que es un ambiente a habitar.  Es una misión que tenemos que realizar. Cuando comenzamos a pensar en esta realidad como un lugar, ahí nos damos cuenta del valor del testimonio. Misionar, estar presente y testimoniar lo que es la vida del cristiano en ese lugar.

Si mantenemos el pensamiento de un instrumento, solo nos vamos a referir a especialistas, a cursos para manejarlo mejor, y a utilizarlo para ciertas cosas. Si hacemos este paso de instrumento a cultura, nos vamos a dar cuenta que ahí tenemos una expresión para vivir nuestra fe, para testimoniarla y para llevarla a los demás.

La primera cosa importante es comprender que lo digital no es un instrumento, sino una cultura. No se trata de dispositivos que hay que aprender a manejar mejor. No es producción de contenidos que nos sirven para la pastoral, sino que es un ambiente a habitar.  Es una misión que tenemos que realizar.

Cada vez está más extendido ese concepto de misioneros digitales. ¿En el campo de la misión, como pueden contribuir para comunicar el Evangelio? ¿Se puede decir que ya existen frutos concretos de esa misión digital?

Que el Sínodo llame a la actividad que se realiza en espacios digitales «misión y misioneros», quiere decir que la está incorporando al gran flujo misionero de la Iglesia. No es algo que se puede o se tiene que hacer, sino que la misión es la vida de la Iglesia. Eso puede colaborar muchísimo en la misión, incluso ad gentes. Si la cultura digital permea todos los ambientes, permite con inteligencia, creatividad y audacia llegar a personas que, de otra manera, no se llegaría.

Las personas navegan en las redes en busca de respuestas, de algún sentido. De ahí la importancia de estar presente con respuestas, posibilidad de una escucha, con mensaje esperanzador en un mundo que busca un sentido. Esto es un fruto concreto de lo que puede ser la misión digital. Es lo que hemos vivido en este tiempo con el proyecto de “La Iglesia te escucha”, desde hace dos años y medio.

Es una misión, pero no para quedarse, es una misión para estar presente, para llevar a todos a una plena presencia.

En del Sínodo digital, el 30% de las 150 mil personas que participaron en la primera fase eran no creyentes o gente alejada o enojada con la Iglesia. Quisieron participar, porque después de años de sentirse rechazados, se sintieron escuchados. Hemos visto en las respuestas, cómo han querido seguir, han querido profundizar. Incluso hubo gente que sintiéndose tocada por esta cercanía de la Iglesia a través de las redes, han pedido el bautismo.

Es una posibilidad. No es una misión para quedarse ahí. Es una misión para ir donde está la gente, para un primer anuncio, para después llevarlos a una plena presencia con Jesús, para que lo conozcan, que lo sigan, que lo vivan también con la comunidad. Todos necesitamos reunirnos, vernos, abrazarnos, sentir el calor. Es una misión, pero no para quedarse, es una misión para estar presente, para llevar a todos a una plena presencia.

Usted habla sobre el lenguaje, que es fundamento de la comunicación y también de la evangelización. Muchas veces se quiere evangelizar, pero no se entiende lo que se dice. En ese campo de la misión digital, ¿cuáles son los pasos que la Iglesia, especialmente la jerarquía, debe dar para encontrar un lenguaje que sea entendido, sobre todo por aquellos que más habitan el mundo digital, que son los jóvenes?

Pongo el ejemplo del relato de Pentecostés, que dice que cuando llega el Espíritu Santo suceden dos cosas. Una, que se abre el Cenáculo y los discípulos salen a predicar; la otra, que no siempre le damos la atención necesaria, la gente los escuchaba y entendía en su propia lengua. La presencia del Espíritu Santo hace que se predique, pero también que se entienda. Esto es algo que nos tiene que llevar a pensar mucho como Iglesia hoy.

Nosotros predicamos, ¿pero nos entiende la gente? La cuestión del lenguaje es fundamental. Una Iglesia sinodal que se pone a la escucha tiene que abrir los ojos al lenguaje de la gente, a la narrativa, a los ejemplos, a los tiempos. Una pastoral digital no solo mira qué cosas tenemos que poner en las redes. También nos interpela a una nueva manera de hacer la homilía, de dar la catequesis a nuestros niños. Es una manera nueva de la misma pastoral en la vida concreta, para hablar con un lenguaje que nos puedan comprender y atender.

Si nosotros hablamos y nadie nos entiende, ¿para qué predicamos? La llamada a nuestra puerta que hace la misión digital es a poner atención de cómo cambiando el lenguaje también se puede llegar de nuevo a la gente. Lo hemos visto mucho en la pandemia. La gente aprendió a buscar las predicaciones que llegan al corazón, que llegan a la inteligencia, que tienen un sentido. Eso nos tiene que llamar un poco a reflexionar sobre nuestra predicación, sobre nuestro lenguaje, sobre la manera de comunicar la fe a nuestra gente.

De cara al futuro, ¿cuáles son las perspectivas, las posibilidades que abre para la Iglesia esta misión digital?

El desafío importante es la unión de todo este movimiento más carismático, que son los influencers, los misioneros digitales. Hay que unirlos con la vida institucional de la Iglesia. Debemos hacer un puente entre el misionero digital y los obispos, de manera que, manteniendo el flujo y la vitalidad carismática, también entre en una vida institucional que pueda ayudar a organizar la vida de la Iglesia en la era digital. Nunca puede dar fruto una realidad en paralelo, institución y carisma.

Institución y carisma siempre tienen que caminar juntos. El desafío está en buscar de qué manera, cuáles son los caminos para que esto pueda dar fruto. En este momento, además de la formación, la libertad para la responsabilidad, porque trabajar en la red también tiene sus peligros, sus riesgos, entonces hay que formar a cada persona en libertad para saber vivir en estos ambientes. El otro gran desafío es poder unir institución y carisma.

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