El lugar de la mujer en la Iglesia: entre aportes, obstáculos y desafíos sinodales

El lugar de la mujer en la Iglesia: entre aportes, obstáculos y desafíos sinodales
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En la más reciente edición de la Revista CLAR, las teólogas Araceli Cárdenas y Rocío Carrasco presentan una reflexión titulada “La mujer en la vida eclesial: aportes y obstáculos en el discernimiento y la toma de decisiones”. Desde una perspectiva sinodal, ambas autoras revisan los avances y estancamientos en la participación de la mujer en la vida de la Iglesia, señalando tensiones entre el discurso doctrinal sobre la igual dignidad bautismal y las estructuras patriarcales que persisten en los espacios de decisión.

El artículo, a la luz del reciente proceso sinodal 2021-2024, invita a mirar críticamente la práctica eclesial y abrir caminos hacia una corresponsabilidad real y testimonial.

Una doctrina clara, una práctica rezagada

El artículo subraya que, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha sostenido doctrinalmente la igual dignidad de hombres y mujeres. Documentos como Gaudium et Spes, Lumen Gentium y Apostolicam Actuositatem reconocieron su participación activa en la vida social y eclesial. Sin embargo, Cárdenas y Carrasco advierten que esta doctrina, aunque luminosa, no ha tenido el impacto esperado en las estructuras eclesiales, donde el liderazgo y la toma de decisiones continúan reservados mayoritariamente a varones.

Diversas exhortaciones apostólicas han recogido este anhelo de equidad. Evangelii Gaudium, Amoris Laetitia, Christus Vivit y Querida Amazonia reiteran la necesidad de una mayor presencia femenina en espacios de liderazgo pastoral y comunitario. A pesar de estos llamados, las autoras sostienen que las consecuencias prácticas de dichas exhortaciones aún dependen del criterio de quienes detentan el poder eclesial, prolongando situaciones de exclusión o de participación restringida.

Uno de los aportes relevantes del texto es situar el debate actual como una exigencia eclesial de justicia y fidelidad al Evangelio y no solo como una reivindicación femenina. La verdadera reciprocidad, afirman, debe basarse en relaciones de comunión y corresponsabilidad que reflejen la comunión trinitaria. Así, superar las resistencias patriarcales no es una demanda sectorial, sino una condición para la credibilidad de la Iglesia.

Proceso sinodal: oportunidades y límites

El proceso sinodal 2021-2024 abrió instancias inéditas de participación para el Pueblo de Dios, incluyendo una significativa representación femenina. En las sesiones de octubre de 2023 y 2024, 85 mujeres participaron en los trabajos sinodales, 54 de ellas con derecho a voto. Este hecho fue leído como signo de apertura y como testimonio del aporte indispensable de las mujeres en procesos de escucha, discernimiento y conducción pastoral.

No obstante, las autoras alertan que esta participación numérica no se ha traducido plenamente en una transformación de las dinámicas de poder. La cuestión del acceso al diaconado femenino, por ejemplo, se mantuvo como tema de reflexión, pero fue excluida del debate en la segunda sesión del sínodo. La teóloga laica Serena Noceti, citada en el artículo, afirma que más allá del número de mujeres participantes, el gran desafío está en su acceso real a roles de dirección y coordinación, campos donde su presencia sigue siendo mínima.

El Documento Final del Sínodo reconoce que no existen impedimentos teológicos para que las mujeres ejerzan funciones de liderazgo eclesial. Sin embargo, las consecuencias prácticas de este reconocimiento quedarán a criterio de los responsables jerárquicos. Las autoras llaman a vencer los temores institucionales y a dejarse interpelar por el testimonio profético de mujeres que, desde distintos ámbitos, ya ejercen liderazgo en comunión y servicio.

Reciprocidad y corresponsabilidad: claves del camino eclesial

Cárdenas y Carrasco proponen que la conversión sinodal implica sanar las relaciones eclesiales, romper lógicas de dominio y favorecer una experiencia de reciprocidad. Reconocer el liderazgo femenino no es una concesión, sino un acto de justicia que debe involucrar a toda la Iglesia, varones y mujeres, como testigos de una comunión que edifica desde la diversidad de carismas.

El texto rescata, además, los aportes silenciosos pero decisivos de tantas mujeres en contextos misioneros, pastorales y formativos, como lo documenta Querida Amazonia al referirse a la Amazonía y como se verifica en múltiples comunidades. Esta contribución, lejos de buscar clericalizar a las mujeres, debe potenciarse desde ministerios y servicios estables, con reconocimiento institucional y capacidad efectiva de decisión.

Finalmente, las autoras sostienen que la sinodalidad no se reduce a procedimientos participativos, sino que exige una transformación cultural y relacional en la Iglesia. Para que caminar juntos sea auténtico, se requieren estructuras inclusivas, relaciones transparentes y decisiones compartidas. Este es el reto abierto que deja el proceso sinodal y la invitación que este artículo dirige a las comunidades eclesiales de América Latina y el Caribe.

Invitamos a la comunidad a leer el artículo completo en este enlace.

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