Susana Nuin, socióloga, comunicadora y referente continental en procesos pastorales. Comparte desde su experiencia en comunidades de base, redes eclesiales y procesos de acompañamiento sociopastoral, su mirada sobre cómo la Semana Santa, con toda su fuerza simbólica y espiritual, puede convertirse en una escuela de sinodalidad, fraternidad y transformación social para nuestra Iglesia latinoamericana.
A través de esta conversación, invita a redescubrir las expresiones de la fe popular, los valores de la espiritualidad latinoamericana y, sobre todo, el llamado a caminar con los excluidos, a escuchar activamente y a vivir la Pascua como impulso para una misión más comunitaria, cercana y comprometida.
Uruguaya de origen y residente en el sur de Colombia, Susana ha trabajado por más de 20 años en distintos departamentos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y actualmente coordina el Programa Latinoamericano y Caribeño de Tierras Hacia una Fraternidad Posible. También integra redes interinstitucionales como Ciudad Nueva Interamericana, presente en 17 países.
El amor recíproco se manifiesta en Semana Santa
Pregunta: ¿Cuáles cree que son las principales expresiones de fe popular en Semana Santa que reflejan la identidad del pueblo latinoamericano?
Respuesta: Me parece que podemos hablar antes que nada de que son todas celebraciones donde el pueblo participa con mucha vocación, con mucho interés y con mucha devoción.
En segundo lugar, me parece que se genera un espíritu fraterno que tiene que ver con la socialidad típica, no sociabilidad, sino socialidad típica que propone el mandamiento nuevo del amor recíproco, que se manifiesta el Jueves Santo.
Creo que, también, en la religiosidad popular cada vez más se logran divisar los rostros fuertes de dolor que atraviesan nuestros pueblos y ya no se tratan de celebraciones religiosas distantes, sino cercanas a los dolores de nuestra gente.
“La resurrección es cada día”
Y la resurrección, es la resurrección de un pueblo que siempre mantiene resiliencia, que es típico de lo latinoamericano, donde la esperanza tiene sus raíces profundas, donde la resurrección es cada día, es cada día para una mamá pobre que tiene que seguir mandando niños al colegio, a la escuela, que tiene que darles de comer, que tiene que seguir viviendo.
Hay una resurrección que yo creo que se da en todos los cristianos, pero particularmente se vivencia en esa resiliencia esperanzadora, en esa certeza que hay en el pueblo de Dios de que la resurrección es el momento más importante de la Semana Santa y de la Pascua porque justamente esa vida de resucitado en medio de su pueblo.
El servicio, la reciprocidad y la resiliencia, valores visibles de la espiritualidad latinoamericana
P.: En su experiencia, ¿qué valores de la espiritualidad latinoamericana se hacen más visibles durante la Semana Santa y la Pascua?
R.: Yo creo que uno de los valores muy fuerte, que es también netamente cristiano, pero al mismo tiempo muy latinoamericano, es el servicio, el estar disponible hacia los demás, el estar atento a las necesidades de los otros.
Yo veo a veces en países o en situaciones muy límites, pero veo la atención de las personas hacia otros que quizás necesitan todavía más. Esto me hace mucha impresión; el servicio, la reciprocidad, porque esto es un valor que tiene que ver inclusive que viene de las culturas originarias y que se manifiesta fuertemente en el cristianismo, como decía antes. El Jueves Santo es un día de servicio, como es el lavado de los pies y de reciprocidad en el mandamiento nuevo.
Y esto también lo encontramos inclusive en las religiones ancestrales, que impregnan también la vida de la Semana Santa. También me parece que la capacidad de asumir el dolor, acogerlo y transformarlo, como decía antes, en resiliencia, en esperanza en fuerza para seguir adelante, para construir, para la vida. Y este es un gran valor que Latinoamérica tiene.

La Semana Santa y la sinodalidad, nos llevan a la esencia de la vida de Jesús
P.: ¿Cómo puede la experiencia de la Semana Santa ayudarnos a comprender mejor la sinodalidad en la Iglesia?
R.: Creo que es porque nos lleva a la esencia de la vida de Jesús, a la esencia de la vida de los primeros tiempos, a la esencia de ese Jesús que en la Tierra constituye una comunidad.
No es un solitario, es alguien que le reza al Padre, está en comunión permanente con el Padre, pero tiene y genera a su alrededor una comunidad que son la de sus seguidores y yo creo que la sinodalidad pasa por allí, esas comunidades que viven en comunión. Y la Semana Santa es un foco, faro de luz justamente en el vivir la comunión.
Entonces, si algo creo que tenemos que decirnos, es que la gran enseñanza de la Semana Santa, la sinodalidad, es la reciprocidad, la comunión, la capacidad de enfrentar las dificultades, los conflictos y los dolores; y la capacidad de salir juntos de el mismo dolor, de las mismas dificultades, que eso es resurrección.
La propuesta de Semana Santa es la de caminar juntos
P.: En el proceso sinodal, se habla de una Iglesia que camina junta. ¿De qué manera la liturgia y las celebraciones pascuales pueden reforzar esta idea en nuestras comunidades?
R.: Las celebraciones litúrgicas en muchas iglesias, cada vez más, representan ese vivir junto al otro, junto a los otros. No ser solo personas que van al templo a vivir la Semana Santa en forma aislada con una religión personal, sino que es personal porque es un seguimiento de Jesús que se nos propone a cada uno de nosotros, a cada una, pero al mismo tiempo es una propuesta la de la Semana Santa, de caminar juntos; yo diría atravesar el arco de la muerte y la vida, atravesarlo justamente y poder juntos resucitar y seguir caminando.
El desafío de integrar las voces de los excluidos
P.: ¿Cómo integrar las voces de los excluidos (migrantes, indígenas, mujeres, jóvenes) en la vivencia de la Pascua desde una perspectiva sinodal?
R.: Cómo incluir las voces de las minorías, las voces sufrientes, las voces de los excluidos en todo esto. A mí me parece que hay todavía mucho por hacer.
Hay comunidades en distintos países de América Latina muy vivenciales donde se hace la experiencia de integración, intercultural, de los migrantes, de los sectores más desfavorecidos, de los excluidos, de las familiares de desaparecidos, pero también, digamos, la verdad, que queda, yo diría, mucho por hacer, porque hay todavía bastante formalismo y porque hay también una concepción todavía litúrgica muy vinculada al templo, más que al templo de Dios en cada hermano y en las comunidades necesitadas.
Creo que es todavía un reto, creo que es un desafío y una disciplina todavía para cumplir, para madurar.
Semana Santa un momento de práctica de sinodalidad
P.: ¿Ve usted en las celebraciones de Semana Santa una oportunidad para profundizar en la escucha y el discernimiento comunitario que el Sínodo nos invita a practicar?
R.: Yo creo que sí, que la Semana Santa tiene una posibilidad, nos ayuda fuertemente a caminar de una manera de escucha en el discernimiento en las comunidades.
Hay sectores, iglesias locales, iglesias diocesanas que tienen mayor sensibilidad a hacer de la Semana Santa un momento de práctica de sinodalidad, de práctica de comunión, y hay otras más rituales.
Creo que en esto debemos crecer cada vez más para que la Semana Santa sea un espacio justamente de discernimiento, de diálogo, de escucha.
Mirar hacia los que tenemos al lado
P.: ¿Cómo podemos pasar de una vivencia individualista de la fe a una Pascua que nos impulse a una misión comunitaria y comprometida?
R.: Bueno, yo creo que es un deber fuerte de toda la Iglesia hacer comprender que la Pascua no es la Semana Santa, no es un evento individualista, un evento de una religión intimista, sino que es un evento que nos hace mirar de forma maravillosa hacia la humanidad, hacia los que tenemos al lado, hacia todos.
Creo que un ejemplo de esto ha sido Jesús lavando los pies a los discípulos, pero también ha sido y es el ejemplo de los papas que han lavado los pies a los encarcelados, a distintos sectores aparentemente marginados de la sociedad.
No solo eso, también el reconocimiento de los migrantes, el reconocimiento del sufrimiento de la migración, y todo esto en la Iglesia hace, nos hace salir de una religión que se puede volver inclusive una Semana Santa intimista, pero no comunitaria, no vivencial, no de proximidad, no de cercanía hacia el otro.
Renovación testimonial de la catequesis pascual
P.: A la luz del Sínodo, ¿cómo se puede renovar la catequesis pascual para que las nuevas generaciones se sientan más interpeladas y comprometidas con la Iglesia?
R.: El primer elemento me parece es que sean los jóvenes que digan cómo quieren vivirla, que la diseñen, que la piensen, que la sueñen, que la puedan discernir.
Creo que muchas veces, estas celebraciones vinculadas con el mundo litúrgico están más en manos de los párrocos, los vicepárrocos o inclusive laicos que ocupan casi lugares sacerdotales muy clericalizados. Lo primero que se debería hacer es recurrir a los jóvenes para pensar junto con ellos cómo puede ser una Semana Santa vivencial, cercana, próxima, una Semana Santa sinodal, una Semana Santa creativa, llena de vida. La única forma creo es escuchándolos y trabajando con ellos, no para ellos, sino con los jóvenes y entre los jóvenes.
Al respecto, de lo que pueda ser la catequesis pascual, debería ser una catequesis que sí celebra la cruz, se pueden presentar testimonios de cómo la cruz es asumida por tantas personas. Si se habla del amor recíproco, del mandamiento nuevo de Jesús del Jueves Santo, se puedan presentar testimonios en los cuales realmente se pueda tocar con la mano ese tipo de amor que viene y que va, que es de proximidad, que es recíproco.
Si hablamos de resurrección, experiencias realmente de la comunidad que se ha resucitado personalmente, comunitariamente. La catequesis pascual debería estar mucho más surtida, enriquecida, favorecida por el mundo testimonial, por los testimonios, por las experiencias por las prácticas que existen en la vida de la comunidad, pero que no siempre se les da relevancia y se opta más por el mundo homilético de la homilía, que por el mundo testimonial.
La comunicación que tiene que vivir la sinodalidad
P.: ¿Qué papel juegan los medios de comunicación en la transmisión del mensaje de Pascua y en la construcción de una Iglesia sinodal?
R.: Son fundamentales los medios de comunicación para generar justamente comunión y sinodalidad; obviamente vivimos un momento muy feroz en materia de la hegemonía de los grandes grupos mediáticos. Por lo tanto, hay poco interés de cultivar la sinodal y de cultivar lo que sean digamos realidades comunales.
Todos los periodistas de vocación cristiana deberíamos realmente llamarnos en causa y decir qué comunicación hacemos, qué estamos comunicando, con quién y a quién. Realmente, aún el mundo cristiano es un mundo de las comunicaciones que tiene que evangelizarse y vivir la sinodalidad caminando junto a otros comunicadores, a una verdadera comunidad de comunicadores.
Redescubrir el mensaje Pascual
P.: En un continente donde se vive la desigualdad y la injusticia, ¿cómo podemos redescubrir el mensaje pascual como un llamado a la transformación social?
R.: Bueno, el mensaje Pascual nos llama, nos grita, nos apela, nos interpela a vivir para poder generar otro tipo de realidad, otro tipo de dignidad de la persona humana, de las comunidades humanas, donde la transformación social sea incidente, tenga incidencia.
Tenemos que salvarnos de un gran pecado en la Semana Santa y en toda la vida cristiana, que es la de separar lo espiritual de lo integral, de lo que supone.
Me encanta cómo el Papa, refiriéndose al Jubileo 2025, plantea que prácticamente no es una conversión únicamente espiritual, es una conversión también económica, es una conversión que tiene un desarrollo integral. Él habla de la deuda externa, de que se perdonen las deudas externas, pero esto me parece muy importante, porque sin querer nosotros hemos separado el mensaje cristiano, el mensaje del evangelio en un mundo espiritual, y por otro lado las prácticas que no siempre son muy cristianas.
Un camino de conversión integral
Si tuviera una impresión más de conclusión, diría que veo un gran esfuerzo en el Papa Francisco en que todas las prácticas religiosas, las celebraciones, las prácticas litúrgicas, las grandes celebraciones como la Pascua y la Navidad, la Semana Santa y la Navidad sean vivenciales, sean cercanas, estén codo a codo con las personas; él mismo, mientras ha tenido fuerzas, así lo ha hecho con los detenidos, con tantas expresiones que realmente nos ha demostrado con su amor por la creación, con su ida a Lampedusa, con su preocupación por la migración.
Entonces, veo que hay un gran sector, que no es solo el Papa, sino también obispos, personas que han dado la vida en nuestros pueblos –obispos, religiosos, religiosas, sacerdotes, laicos–, que realmente han sido mártires por una transformación social. Veo que hay sectores muy avanzados, muy comprometidos, y veo que hay sectores muy acomodados en todavía en la zona de confort, que es la zona de lo netamente litúrgico.
Y lo litúrgico no vinculado a lo relacional, a lo comunal, a lo sinodal. Y esto creo que más que una preocupación debería ser una ocupación de todos nosotros cristianos comprometidos para hacer que Semana Santa y Navidad sean siempre más celebraciones vitales que nos ponen en relación con los otros, que nos ponen al lado codo a codo de los otros y que nos permiten comprender un camino de conversión integral, de conversión en el cual todos sean partícipes del banquete del Reino.
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