“Tiempo de gracia”, una convocatoria a vivir la sinodalidad y la esperanza jubilar

“Tiempo de gracia”, una convocatoria a vivir la sinodalidad y la esperanza jubilar
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El reciente Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad marca un tiempo trascendental para la Iglesia Universal, convirtiéndose en un referente para la renovación eclesial. Con el respaldo del Papa Francisco, quien le ha otorgado el rango de magisterio pontificio, este documento invita a las Iglesias locales a transformar sus estructuras y prácticas, adoptando nuevas formas de ministerialidad y acción misionera.

En paralelo, el inicio del Año Jubilar de la Esperanza nos sitúa en un momento único, un “tiempo de gracia” que desafía a vivir y construir una Iglesia sinodal con audacia evangélica.

El Sínodo no concluye con la publicación de su documento, sino que se extiende a una etapa de implementación en las comunidades. Este proceso, como señala Susana Pérez en su artículo publicado en Iglesia en Aragón, requiere una “conversión sinodal” palpable y real, que trascienda las intenciones para traducirse en acciones concretas.

La sinodalidad como camino de conversión

La tarea no es menor: la Iglesia se encuentra ante el desafío de abandonar modelos teológico-culturales agotados y abrazar un nuevo modelo eclesial para el tercer milenio, cimentado en el discernimiento, la oración y la comunión.

El reto no solo recae sobre el clero, sino también sobre un laicado que debe dejar atrás la pasividad para asumir un papel activo y constructivo: “El reto es grande y trascendente, pues el modelo de Iglesia conocida ya no sirve para el futuro”, asegura Pérez.

El clericalismo y la falta de formación siguen siendo obstáculos significativos, pero la sinodalidad nos llama a superar estas barreras a través de una espiritualidad que fomenta relaciones auténticas y un trabajo conjunto.

Esperanza en tiempos de incertidumbre

El Año Jubilar de la Esperanza ofrece un marco propicio para enfrentar los desafíos que plantea la sinodalidad. Esta esperanza no es ingenua ni superficial; es una esperanza madura, arraigada en la certeza de que Dios actúa incluso en medio de las dificultades. Como lo expresa el artículo, se trata de una esperanza que incluye esfuerzo, paciencia y la valentía de abrazar lo que “aún no está”, confiando en que el Espíritu Santo guía el camino de la Iglesia.

La sinodalidad y la esperanza convergen en una llamada a ser “hijos de la luz”, como destaca el Documento Final, viviendo con una fe audaz que inspira y transforma. Esta audacia, o “parresía evangélica”, implica superar el miedo al cambio y al fracaso, para caminar con confianza hacia una Iglesia más unida, misionera y profética.

Propuestas concretas para una Iglesia sinodal

Susana Pérez propone pasos claros para avanzar en este proceso: Crear una delegación diocesana de Sinodalidad con una hoja de ruta definida, que acompaña y anima el camino sinodal en cada diócesis; Revalorizar las conclusiones de los sínodos diocesanos anteriores, conectando su trabajo con el Equipo Sinodal y fortaleciendo las iniciativas existentes.

Estas acciones, practicadas con humildad y coherencia, permitirán que la Iglesia sea una voz profética en el mundo, reflejando su misión evangelizadora con credibilidad personal y comunitaria.

El camino sinodal no está exento de desafíos, pero también es una oportunidad única para renovar la fe y la misión de la Iglesia. Este “tiempo de gracia” es una invitación a construir una espiritualidad sinodal que implica caminar juntos, escuchar y cuidarse mutuamente.

La esperanza jubilar y la sinodalidad

La esperanza jubilar y la sinodalidad son caras de una misma moneda que nos llama a abrazar la vulnerabilidad, perseverar ante la adversidad y soñar con una Iglesia en comunión: “Nuestra esperanza es cristiana, nuestra garantía es Jesucristo, y nuestro momento es ahora”, afirma Pérez. Este tiempo un reto y una oportunidad para vivir con audacia evangélica y construir una Iglesia que sea verdaderamente signo de esperanza en el mundo.

No podemos quedarnos tranquilos con una ética de mínimos, el Reino nos pide más, esperar la utopía y los imposibles, porque nuestro garante es Jesucristo y nuestra esperanza es cristiana. Mientras algunos dan el Sínodo por fracasado, otros percibimos claramente un tiempo de Gracia”, concluye su artículo Susana Pérez.

Te invitamos a leer la columna de opinión en el siguiente enlace: https://www.iglesiaenaragon.com/70127-2

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