El padre Giacomo Costa SJ, secretario especial del Sínodo, en su artículo para La Civiltà Cattolica, ofrece un análisis de la experiencia eclesial de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que culminó en octubre de 2024 y se presenta sin precedentes, donde la sinodalidad se ha convertido en el corazón del camino hacia una Iglesia más cercana, participativa y misionera.
Dos imágenes sintetizan la esencia del proceso sinodal: la primera, ampliamente conocida, retrata a los participantes en el Aula Pablo VI sentados en mesas redondas, reflejando el espíritu de la iglesia sinodal: “En este contexto, diversas culturas, lenguas, ritos y formas de pensamiento convergieron para una búsqueda sincera bajo la guía del Espíritu Santo”.
La segunda, más íntima, refleja la conclusión de la Asamblea, donde la Asamblea acababa de aprobar el Documento Final (DF), con sus 155 párrafos, y se oyó decir al Papa Francisco: No tengo intención de publicar una exhortación apostólica, lo que hemos aprobado es suficiente. “En ese momento, en un ambiente de alegría, los participantes fueron abandonando las mesas y se reunieron en torno al Papa Francisco para la foto final”, donde la diversidad de voces y culturas se unió en torno al Papa Francisco bajo la imponente escultura del Resucitado, en un gesto que proyecta unidad, “que es armonía de las diferencias”.
Misioneros de la sinodalidad
El padre Costa también ofrece una pincelada del “camino recorrido” en el proceso sinodal, antes de exponer los elementos centrales del Documento Final, entre los que podemos destacar: la propuesta de una conversión relacional, inspirada en el ejemplo de Jesús; el discernimiento, toma de decisiones y transparencia como prácticas esenciales para la sinodalidad; el reconocimiento de los cambios socioculturales y un llamado a renovar estructuras pastorales para encontrar a las personas donde viven; y la necesidad de una formación en sinodalidad que sea integral y continua.
Asimismo, el sacerdote jesuita plantea “dos claves de interpretación”. La primera, respecto al intercambio de dones, que fomenta el enriquecimiento mutuo entre Iglesias locales, carismas, vocaciones y ministerios, además que impulsa la cooperación en temas globales como la Amazonía, el Mediterráneo y cuestiones sociales. Y la segunda, el horizonte de la misión, que supone que la sinodalidad está al servicio de la misión evangelizadora, a tiempo que responde a desafíos como la paz, la crisis climática, la secularización y los abusos, subrayando el testimonio comunitario.
El último punto que aborda el padre Costa es “un pueblo de discípulos misioneros”, a partir de la imagen final del Sínodo, que simboliza apertura y compromiso misionero. Los participantes, llamados “misioneros de la sinodalidad”, deben llevar este dinamismo a las Iglesias locales. Así, el sacerdote destaca que el Documento Final ofrece propuestas concretas para caminar juntos, encarnando la sinodalidad en cada contexto local para anunciar el Evangelio con mayor eficacia.
Hacia una Iglesia sinodal y misionera
De esta manera el padre Costa concluye que el Sínodo 2021-2024 representa un avance significativo hacia una Iglesia sinodal y misionera, donde el diálogo, la participación y el intercambio de dones fortalecen la unidad y el compromiso con los desafíos del mundo actual.
Su enfoque en la escucha activa y la corresponsabilidad entre obispos, laicos y otras vocaciones refleja un cambio necesario hacia una Iglesia más participativa y menos jerárquica. Además, la inclusión del “intercambio de dones” destaca una visión renovada de la diversidad eclesial como fuente de riqueza espiritual y misionera.
Un aspecto positivo es el énfasis en procesos relacionales, como la transparencia y la rendición de cuentas, esenciales para sanar heridas y reconstruir la confianza, especialmente tras las crisis de abusos. Asimismo, la apertura a temas globales, como el cuidado del medio ambiente y la fraternidad universal, posiciona a la Iglesia como un actor clave frente a los desafíos contemporáneos.
Sin embargo, implementar esta perspectiva requerirá superar resistencias internas, especialmente en contextos donde la sinodalidad aún es percibida como un cambio disruptivo. La clave estará en que las comunidades locales asuman este proceso con creatividad y compromiso, adaptándolo a sus realidades particulares sin perder el horizonte misionero.
En síntesis, el Sínodo 2021-2024 y su Documento Final representan un paso audaz y esperanzador hacia una Iglesia más inclusiva, dinámica y cercana al pueblo de Dios, reafirmando su misión de anunciar el Evangelio en un mundo en constante transformación.
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