El Instrumentum laboris de la segunda sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad tiene como punto de partida algunos fundamentos teológicos. Sobre algunas cuestiones relacionadas con ellos responde en esta entrevista la secretaria adjunta de la Conferencia Episcopal de Chile y miembro de la Asamblea Sinodal, Valeria López.
Partiendo de la necesidad de relacionarse a partir del reconocimiento de la igual dignidad bautismal de todos para caminar juntos en la misión, destaca la importancia de la participación de las mujeres en la asamblea, tantas veces excluidas, por lo que “es necesario integrar efectivamente su presencia y protagonismo en las estructuras eclesiales”.
Después de hacer algunos cuestionamientos, afirma que “en lo personal y como laica, ser parte de este momento en la vida de la Iglesia significa el ejercicio de la corresponsabilidad, de una manera muy concreta y visible, que permitirá seguir profundizando sobre la misión, la forma de relacionarnos como pueblo de Dios y nuestras estructuras eclesiales”.
Pregunta. En una Iglesia sinodal ser Pueblo de Dios es un elemento decisivo en vista de la misión, ¿cómo ayudar a ampliar el horizonte que nos permita como Iglesia asumir la misión como algo que es de todos?
Respuesta. Ser Pueblo de Dios implica la autocomprensión de “bautizados corresponsables en la misión”. Ello nos interpela, a cada uno de nosotros, a asumir lo que en virtud de nuestro carisma, ministerio y vocación nos es propio, y a relacionarnos con nuestros hermanos y hermanas reconociendo la igual dignidad bautismal de todos, y por ello la necesidad de caminar juntos en la misión.
P. Todo el proceso sinodal evidencia la necesidad de dar un reconocimiento más pleno a los carismas, a la vocación y al papel de las mujeres en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia. Como mujer miembro del Sínodo, ¿percibe avances en ese sentido? En lo vivido en todo el proceso, especialmente en la Primera Sesión de la Asamblea, ¿qué está ayudando y dificultando esos avances? La Iglesia católica, a partir de esa dimensión, ¿continúa siendo creíble para las mujeres?
R. Pienso que el hecho de que las mujeres estemos participando de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, formando parte del proceso de discernimiento llevado a cabo en la primera sesión (y próximamente en la segunda) es ya un signo de la presencia y rol de la mujer en la Iglesia.
En algunas sesiones escuchamos, también, testimonios que no solo dan cuenta de la permanente e incansable labor evangelizadora de las mujeres en la Iglesia, y de la originalidad de su aporte, sino además, de los obstáculos que aparecen en distintos ambientes y realidades (geográficas, religiosas, sociales, etc.), que les impiden desplegar los dones recibidos al servicio de la misión. A causa de ello, esas mujeres se sienten excluidas de algunas dimensiones relevantes de la vida de la Iglesia, como la gestión pastoral y los procesos de elaboración de decisiones.
Para revertir estas situaciones, no bastaría el reconocimiento y la valoración del aporte de las mujeres, sino que es necesario integrar efectivamente su presencia y protagonismo en las estructuras eclesiales, asumiendo roles como delegadas pastorales, responsables de la gestión pastoral de parroquias, formando parte de consejos, o realizando otros servicios diocesanos que pueden desempeñar. Hay en la actualidad múltiples espacios donde la mujer tiene presencia y participación en la Iglesia, como signo de la igualdad bautismal: en parroquias y comunidades, a nivel diocesano, en la curia romana, las universidades pontificias, los seminarios, tribunales eclesiásticos; sin embargo, lejos de verse como una excepción, ello debería considerarse característica propia y natural de la vida de la Iglesia.
La reflexión que ha tenido lugar en la Asamblea (y en las etapas de consulta y escucha previas a la misma) sobre la vocación y presencia de la mujer en la Iglesia, renueva la esperanza de cambios positivos en este sentido, desde la comprensión de la igual dignidad bautismal y corresponsabilidad del pueblo de Dios.
P. Para ser una Iglesia sinodal es necesario conversión pastoral y reforma de estructuras. ¿Cómo se debe concretar esa conversión y reforma en vista de una mayor confianza dentro de la Iglesia y para con la Iglesia?
R. Creo que el Instrumentum laboris para la segunda sesión de la Asamblea nos entrega algunas pistas muy claras en la Parte II (Itinerarios), pues la conversión debe verse reflejada de manera muy concreta en nuestros procesos eclesiales: en la formación, el discernimiento, la toma de decisiones y la rendición de cuentas. Para ello es necesario repensar las estructuras que tenemos, a la luz de la sinodalidad y preguntarnos si son verdaderamente sinodales, en términos de su conformación y de su modo de funcionar: ¿está realmente representado el Pueblo de Dios en ellas?, ¿hay lugar para los más pobres y vulnerables en las mismas? ¿quienes participan en la elaboración de las decisiones? El buen trato y la cultura del cuidado, la rendición de cuenta (no sólo en materia económica o de abusos sexuales, también de los planes pastorales y otros ámbitos), y la evaluación periódica del quehacer en la estructura eclesial de que se trate, son elementos fundamentales para incorporar, que impactarán positivamente en la credibilidad y confianza dentro de la Iglesia y para con la Iglesia.
P. Ante la Segunda Sesión de la Asamblea, ¿cuáles son sus sentimientos personales? ¿qué es lo que espera de este tiempo de escucha, diálogo, oración y discernimiento?
R. En lo personal y como laica, ser parte de este momento en la vida de la Iglesia significa el ejercicio de la corresponsabilidad, de una manera muy concreta y visible, que permitirá seguir profundizando sobre la misión, la forma de relacionarnos como Pueblo de Dios y nuestras estructuras eclesiales.
Por ello, al igual que el año pasado al aproximarse la primera sesión de la Asamblea, mis sentimientos son de alegría por este tiempo tan especial en la vida de la Iglesia, y también de mucha responsabilidad de cara a los trabajos que desarrollaremos en las próximas semanas. Espero que seamos capaces de seguir dialogando, teniendo muy presente a que el verdadero protagonista es el Espíritu Santo, que la oración y la Palabra nos permitan estar atentos a escucharle, también en la voz de nuestros hermanos y hermanas miembros de la Asamblea. Ahora se sama también la expectativa de ser capaces de consensuar un documento final que refleje con fidelidad el trabajo realizado sobre cada uno de los temas tratados, para ofrecerlo al Santo Padre, quien en definitiva decidirá cómo dar cauce a esas conclusiones. Me motiva especialmente el hecho de que ese documento no representa el cierre del proceso sinodal, sino una esperanzadora continuidad en este camino que buscará implicar cada vez más personas.
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