Timothy Radcliffe llama al clero a “guiar a las ovejas de la sacristía a la plaza pública”

Timothy Radcliffe llama al clero a “guiar a las ovejas de la sacristía a la plaza pública”
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El Sínodo es un tiempo para escuchar al Espíritu, de ahí la importancia del silencio, una invitación que hacía la madre Maria Ignazia Angelini al inicio del segundo día de retiro con el que los participantes de la Asamblea Sinodal se preparan para la Segunda Sesión, que comienza sus trabajos este miércoles 2 de octubre con la celebración eucarística en la Plaza de San Pedro.

El silencio algo difícil

Un silencio, “quizá el elemento más difícil de vivir en nuestra vida”, que siempre es una necesidad, pues “quien se deja sorprender ante la hondura del silencio de Dios, plenamente revelado en Jesús, comprende cómo el silencio es la dimensión constitutiva de la palabra humana verdadera”, según la monja benedictina, que llamaba a prepararse para la celebración penitencial con la que concluirá el retiro.

Se trata de asumir “el silencio precioso de quien sabe quitarse del escenario y vive una suerte de soledad fecunda y abierta a la alteridad, en la escucha de la palabra de Dios, del grito de los pobres y de los gemidos de la creación”, porque “el silencio es lucha contra la banalidad, es búsqueda de la verdad, es acogida del misterio que se esconde en cada persona y en cada ser vivo”. Eso en un camino sinodal en el que es necesario “aprender el arte de las relaciones gratuitas, sin caer en la trampa del Divisor”.

Es necesario, resaltó Angelini, conocer el estilo del Evangelio: “caminando se abre camino, a través de los obstáculos. Así, quizás, será el camino sinodal”. Para ello, poner “la mirada fija en Jesús, rostro humano de Dios. Sin vías de escape, sin salidas de emergencia. Una mirada que, iluminada por el Manso y Humilde de corazón, redefine los contornos de la visión sobre los demás, sobre la historia, sobre el mundo”.

Aprender el significado del amor

Reflexionar sobre la oscuridad fue el punto de partida de la reflexión del padre Timothy Radcliffe, una oscuridad presente en “la guerra, la crisis de abuso sexual”, incidiendo en que “todos hemos conocido esos momentos en los que parece que no logramos nada”, que en el camino sinodal lleva a preguntarse si se ha logrado algo. Desde ahí insistió en que “no nos reunimos en el sínodo para negociar compromisos o golpear a los oponentes. Estamos aquí para aprender unos de otros cuál es el significado de esta extraña palabra amor”, y sí, igual que sucedió con los discípulos ante el pedido de Jesús a lanzar la red al otro lado, en obediencia a la Iglesia.

Debemos atrevernos a confiar en que la Divina providencia bendecirá este sínodo abundantemente”, dijo Radcliffe. Un Sínodo que lleve a “un nuevo Pentecostés en el que cada cultura hable en su propia lengua y sea entendida”, distintas culturas reunidas para ofrecer “sanación entre sí”, desafiar “los prejuicios de los demás” y convocarse “a una comprensión más profunda del amor”, pues “cada cultura tiene una manera de ver al Desconocido en la playa y decir: Es el Señor”, viendo como el mayor desafío, “abrazar lo que el Papa Benedicto llamó interculturalidad”, pues “cuando las culturas se encuentran, debe permanecer un espacio entre ellas. Ninguna debe devorar a la otra”, lo que debe llevar a “reverenciar la diferencia cultural”. Por ello pidió “que Dios bendiga este sínodo con encuentros culturales llenos de amor, en los que los dos se convierten en uno, pero permanecen distintos”.

El dominico invitó a los participantes de la asamblea a reflexionar sobre el amor a partir del encuentro de Jesús con Pedro, en el que se confirma por tres veces el amor negado anteriormente, lanzando una pregunta: “¿Nos atreveremos a confiar unos en otros a pesar de algunos fracasos?”, haciendo ver que “este Sínodo depende de ello”. Para ello, es necesario “confiar unos en otros, incluso cuando hemos sido heridos”, subrayó Radcliffe, “millones ya no confían en nosotros y con razón. Debemos construir la confianza de nuevo, comenzando entre nosotros en esta asamblea”.

Ministros de la amistad divina

Radcliffe llamó a quienes le escuchaban a ser pastores, a cuidar de las ovejas del Señor, como algo necesario para todos los bautizados, invitando a los ministros ordenados, a quienes definió como ministros de la amistad divina, a “guiar a las ovejas fuera de un redil eclesiástico estrecho e introvertido hacia los amplios espacios abiertos del mundo. De la sacristía a la plaza pública”. El dominico advirtió sobre la tentación del clero a hacer todo por sí mismo, lo que contradice su vocación, que es ese llamado a la amistad. Igualmente pidió, a ejemplo de Pedro, transparencia y responsabilidad, pues su falta “corrompe el corazón mismo de la identidad sacerdotal”.

A ello ayudará asumir el papel de los pastores, que es “ser modestos y honrar la autoridad de todos los que están a su cuidado”, advirtiendo que “la rivalidad es enemiga de la buena autoridad en la Iglesia”, por lo que invitó a que, en este Sínodo, “podamos discernir la autoridad de los demás y deferir a ella”.

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