Timothy Radcliffe, el testigo de la necesaria libertad en una Iglesia sinodal

Timothy Radcliffe, el testigo de la necesaria libertad en una Iglesia sinodal
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La figura del dominico inglés Timothy Radcliffe, uno de los dos acompañantes espirituales de la Asamblea Sinodal junto con la Madre María Inazia Angelini, es de particular importancia en el andamiento del proceso. No en vano, ellos dos han hecho posible que los participantes de la Asamblea hayan podido ponerse “a la escucha de la voz del Espíritu Santo”, algo que pedía el Papa Francisco en su discurso en la apertura oficial.

Entrar en sintonía con lo que Dios dice

No en vano, Francisco considera la oración y la Palabra de Dios, como condiciones para ver “todas las contribuciones recogidas a lo largo de estos tres años de intenso trabajo, de compartir, de confrontación de ideas y de paciente esfuerzo para purificar la mente y el corazón”, como decía en la misa inicial. Y en ese camino, el dominico ha sido alguien que ha ayudado a entrar en sintonía con aquello que Dios le está diciendo hoy a su Iglesia.

Algo que ha llevado a cabo con libertad, la misma libertad que pedía en la meditación previa a recibir el borrador del Documento Final para su consideración, enmienda y votación. A los participantes de la Asamblea les llamaba a “ejercer esta pesada responsabilidad” con libertad. Para Radcliffe hablar de libertad es hacerlo de una actitud que dinamiza su vida cotidiana.

Predicar y encarnar esta libertad

Cuando decía en su meditación que “nuestra misión es predicar y encarnar esta libertad”, insistiendo en que “la libertad es la doble hélice del ADN cristiano”, Radcliffe hacía ver que esa “es la libertad de decir lo que creemos y de escuchar sin miedo lo que dicen los demás, en el respeto mutuo”. Es perceptible esa actitud en su vida cotidiana, alguien que continua firme en su misión de ayudar a Francisco a hacer realidad su gran horizonte desde que asumió su pontificado, una Iglesia sinodal, una Iglesia de todos, todos, todos, una Iglesia en la que todos se puedan sentir con libertad para caminar juntos, pues es “gracias a esta libertad, podemos atrevernos a pertenecer a la Iglesia y decir Nosotros”.

Para Radcliffe, “el corazón de nuestra toma de decisiones es esta doble hélice de libertad agraciada. Porque la libertad de Dios opera en lo más profundo de nuestro libre pensar y decidir”. Una libertad que nos lleva a “pensar, hablar y escuchar sin miedo”, que es propia “de los que confían en que ‘Dios obra todo para el bien de los que aman a Dios’”. Si en estos días los miembros de la Asamblea Sinodal consiguen asumir la necesidad de pensar, hablar y escuchar sin miedo, el Documento Final será una luz que refulgirá en la Iglesia.

Si en las bases, allí donde cada uno vive su fe y colabora en la construcción del Reino de Dios, se consigue que todos los bautizados, independientemente de su ministerio y servicio puedan pensar, hablar y escuchar sin miedo, la Iglesia sinodal, la Iglesia de todos conseguirá dar pasos más largos y más rápidos, De lo contrario, si continuamos con posturas medrosas o autoritarias, que nos llevan a medir nuestras palabras y acciones dominados por el miedo, que nos llevan a decepar cualquier tentativa de vivir con libertad, la sinodalidad se irá diluyendo y la Iglesia piramidal y de privilegios continuaran dominando las relaciones eclesiales.

Cuánto más es de Dios, tanto más es nuestra libertad

Eso porque la libertad no puede reducirse a argumentar nuestras posiciones, a instalarnos en posiciones arrogantes, no puede quedarse en una actitud que no se concreta en actos. Desde la libertad tenemos que atrevernos “a entrar en el debate con nuestras propias convicciones”, pues de lo contrario “seremos irresponsables y nunca maduraremos. La libertad de Dios actúa en el núcleo de nuestra libertad, brotando en nuestro interior. Cuanto más es de Dios, tanto más es nuestra libertad”, que decía el dominico.

Una libertad que Radcliffe vive y expresa espontáneamente, lo que le ha llevado a pedir al Papa Francisco la renuncia a los ropajes cardenalicios, algo que le ha concedido y que le llevará a recibir el capelo con su hábito blanco de dominico. Quienes le insultan se califican a ellos mismos, solo son una pequeña minoría frente a la multitud que ven en él un verdadero testigo del Evangelio y de la Iglesia sinodal y de todos. Inclusive los jesuitas, diana de varias bromas del dominico a lo largo de sus meditaciones, deben querer al nuevo cardenal, y esto último, está claro que es otra broma.


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