La sinodalidad es un llamado que interpela a toda la Iglesia. No se trata de un concepto teórico, sino de una vivencia que quiere transformar las relaciones y estructuras eclesiales para hacerlas más abiertas, participativas y corresponsables.
En esta ocasión, el Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad conversó con la Dra. Erika Aldunate Loza, directora del Centro de Promoción del Laicado “Ricardo Bacherer” (Ceprolai), quien tuvo la oportunidad de vivir esta experiencia de cerca al ser constituida como Madre Sinodal en la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de la Sinodalidad en Roma.
Su testimonio ofrece una mirada sobre el significado de “caminar juntos” y los desafíos que implica hacer de la sinodalidad una realidad viva en la Iglesia en este tiempo de Cuaresma, un tiempo propicio para la conversión personal y comunitaria en clave sinodal.
Caminar juntos
Pregunta: En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco nos recuerda que “la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales”. Desde su experiencia en el Sínodo, ¿cómo percibe que este llamado se está haciendo realidad en la Iglesia hoy?
Respuesta: Caminar juntos es importante, pero no es fácil, porque nos hemos habituado a vivir en estructuras desiguales, esto hace que nos cueste escucharnos, ponernos de acuerdo, entender que también de los sencillos podemos aprender.
Caminar juntos es el resultado del crecimiento y discernimiento espiritual, un signo de sentirnos todos Iglesia y con una tarea específica: que todos y todas conozcan el Evangelio, la Buena Noticia de la salvación aquí y ahora.
Testimonio de sinodalidad
P.: ¿Cuáles son los desafíos más urgentes para que la sinodalidad no quede solo en un concepto teórico, sino que transforme verdaderamente la vida eclesial y el papel de los laicos en la misión?
R.: El mayor desafío es el testimonio de cada uno de los creyentes. La gente escucha lo que decimos, pero también observa lo que hacemos y muchas veces no hay coherencia entre estas dos cosas. Tenemos que trabajar en nuestra coherencia entre fe y vida.
P.: El Papa invita a preguntarse si estamos realmente en camino o si permanecemos paralizados en nuestra autorreferencialidad. En su experiencia, ¿cuáles son las actitudes o estructuras dentro de la Iglesia que necesitan una conversión más profunda para vivir la sinodalidad de manera auténtica?
R.: Creo que necesitamos trabajar primero en nosotros una espiritualidad sincera, profunda, capaz de perdonar, ver en los otros el rostro de nuestro hermano/a. Saber que somos una familia, la familia humana y evitar todo lo que haga daño, lastime, invalide su dignidad.
Una cultura eclesial abierta, participativa y corresponsable
P.: ¿Cómo podemos superar la resistencia al cambio y fomentar una cultura eclesial más abierta, participativa y corresponsable?
R.: Deponiendo actitudes de superioridad, superando la falsa idea de que unos son más y otros menos, formando en los valores del evangelio, sus contenidos que están llenos de una gran riqueza espiritual y humana.
P.: El Papa Francisco remarca que caminar juntos implica escuchar con amor y paciencia a los demás, evitando excluir a alguien. Desde el ámbito del laicado, ¿cómo se puede fortalecer la escucha y la participación real de los fieles en la vida eclesial?
R.: Es muy sencillo y difícil a la vez. El trato amable, la acogida, la promoción y empuje a las iniciativas que muchas personas tienen en los grupos, las parroquias, las comunidades de vida.
P.: ¿Qué mecanismos pueden garantizar que la voz de los laicos, especialmente de las mujeres y los jóvenes, sea verdaderamente tomada en cuenta en los espacios de discernimiento y toma de decisiones?
R.: Superar el miedo, los prejuicios de que las mujeres quieren o buscan espacios de poder. Promoviendo sus iniciativas, valorando el servicio que ya desempeñan en silencio y con humildad. Sabiendo que Dios elige a todas y todos para una misión concreta, porque todo servicio es para el crecimiento del Reino de Dios.
Cuaresma en perspectiva sinodal
P.: La Cuaresma es un tiempo de conversión personal y comunitaria. ¿Cómo pueden las comunidades laicales vivir este tiempo litúrgico desde una perspectiva sinodal?
R.: Lo primero es una vivencia personal, un ponerse la mano al pecho y superar lo que en conciencia se sabe que no está bien; segundo, vivir esa experiencia de conversión en la familia, con los cercanos; y finalmente, vivirlo en comunidad, porque no hay mejor alabanza a Dios que aquella vivida en comunidad, superando rencillas, envidias o cualquier tipo de actitud que opaque el ser una comunidad de fe.
P.: ¿Qué prácticas o espacios de discernimiento comunitario pueden fortalecer la comunión y la participación en este camino hacia la Pascua?
R.: En vez de ir de paseo, festejo o ver la Cuaresma, más aún, la Pascua como un tiempo libre, tomarlo como un tiempo de oración, de conversión, de dedicación al otro, al que sufre, al que lo necesita. Apoyar las iniciativas parroquiales, contribuir con ideas, especialmente apoyar la ayuda social en todas sus formas.
P.: Algún mensaje que le gustaría dar.
R.: Seamos sinceros con nosotros mismos, porque Dios mira nuestro interior, solo así podremos servirlo en y a través de las y los hermanos.
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