Por: Alejandro Ortiz
31 de marzo de 2024
Hoy, que celebramos la Pascua, anunciamos con alegría y certeza, que aún en los tiempos más injustos y violentos, como el nuestro, la vida, la esperanza, la belleza y la ternura siempre serán la última palabra de Dios en la historia humana. Por eso, hoy que festejamos la victoria de la vida sobre la muerte y la injusticia, hacemos público este Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad (OLS). Estamos convencidos y convencidas que este Observatorio podrá ayudar a fortalecer el proceso sinodal eclesial que estamos viviendo.
Francisco cuando se dirigió a los jóvenes, en 2018, les dijo que la finalidad del Sínodo “es hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos” . Hacemos nuestras sus palabras y nos sirven de inspiración para este proyecto.
“Resucitar una aurora de esperanza” en un mundo tan lleno de guerras y con ellas ganancias billonarias para unos pocos y muertes y empobrecimiento para las mayorías, se vuelve una tarea vital para todo creyente y para toda persona. Resucitar no es sólo para estos tiempos litúrgicos sino sobre todo para una humanidad dividida y en caos. Desde este punto, la sinodalidad se vuelve no solamente un asunto eclesial sino humano y social.
En 2021 el Papa Francisco inició formalmente el proceso de la sinodalidad. Si bien la sinodalidad siempre ha existido de diferentes formas y modos en la Iglesia, desde esta fecha se ha convertido en la gran dinámica eclesial, que engloba muchos esfuerzos “de reforma y conversión” y donde diferentes actores se han sumado y aportado para constituirla como tal.
Desde esta fecha, en especial, se han creado y desarrollado cursos, talleres, seminarios, conferencias, webinars en torno a ella. Se ha discutido, dialogado, confrontado sus implicaciones y consecuencias eclesiales. Parece ser que la Iglesia, en su mayoría, conoce del tema aunque sea mínimamente. Es cierto también que han existido diversos niveles de comprensión, asimilación y de apropiación de la sinodalidad en las parroquias y comunidades. Esto nos motiva a seguir propiciando este impulso eclesial, que llegó para quedarse. No podemos seguir siendo los mismos, eclesialmente hablando, desde que hemos abordado la sinodalidad como forma de vida eclesial.
Será en la segunda sesión de la asamblea Sinodal en octubre del 2024 que este proceso específico cierre el círculo que inició en 2021. Esto implica redoblar esfuerzos para terminar un caminar eclesial que sin duda transformará a la Iglesia o como dice Francisco deberá “crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos”. Y aunque el tema no se acaba aquí, sino que apenas inicia, sí se necesita fortalecer desde diferentes ángulos y perspectivas para llevar a buen destino este empuje global, que si bien inició Francisco, es sin duda del Espíritu.
En esta ruta y en este momento, se necesita un lugar donde podamos acceder a la información más importante sobre la sinodalidad. Necesitamos un espacio donde podamos observar los temas centrales y las discusiones actuales que se están dando en estos momentos, así como las grandes líneas de trabajo que se están discutiendo actualmente “para suscitar profecías y visiones”. Es por ello, que Amerindia Continental se ha volcado en crear este Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad que ponemos a su servicio.
Este observatorio, si bien tiene una mirada global, es sobre todo latinoamericano y caribeño. Nuestro aporte concreto es visibilizar y traer a este espacio la Tradición eclesial latinoamericana. Tradición que por ser latinoamericana es martirial. Ser y construir comunidades eclesiales en nuestro continente ha implicado dar un testimonio evangélico, es decir, de vida y de opción por los empobrecidos y víctimas de la historia colonial y neoliberal. Ser creyente en América Latina y el Caribe ha implicado buscar y anhelar siempre la liberación de las estructuras dominantes que se han posesionado en nuestros territorios. Y este camino de fidelidad al evangelio ha construido una ‘caminata’ liberadora, es decir una experiencia sinodal donde “han germinado sueños y han florecido esperanzas”.
No podemos olvidar esta experiencia sinodal latinoamericana y caribeña de liberación. Es una historia de esperanza y acción, de contemplación y de opción. Historia llena de Evangelio, por tanto llena de amor, justicia y compasión. Y desde aquí, desde lo más profundo de nuestro ser eclesial latinoamericano y caribeño construimos este observatorio. Que si bien quiere ser una ventana para observar las dinámicas del Espíritu en torno a la sinodalidad, también quiere ser una puerta donde transiten las cuestiones fundamentales sociales que nos condicionan y nos asfixian para que podamos enfrentarlas desde la fuerza del Evangelio. Caminar juntos implica una misión conjunta para enfrentar “las sombras de un mundo cerrado”.
Desde una fe comprometida con la historia, nos preguntamos sinceramente ¿cómo caminar juntos en tiempos de guerra y de colapso civilizatorio?; ¿cómo acompañar juntos, como Iglesia compasiva y samaritana, los dolores de las mujeres violentadas, de los familiares que buscan a sus desaparecidos, de los padres y madres que protestan ante las nuevas presidencias de ultraderecha de la historia?; ¿cómo organizarnos colegiadamente ante las nuevas fuerzas de siempre que buscan privilegios manteniendo en la miseria a las mayorías?; ¿qué organización necesita ser planificada en nuestra Iglesia para responder eficazmente a la crisis socio ambiental que nos condiciona nuestra vida plena?; si caminamos juntos, ¿cómo debemos tomar en cuenta los pasos en la misma caminata de los pueblos indígenas y afrodescendientes?
Las respuestas de estas preguntas y de muchas más, se deberán realizar caminando juntos y juntas, desde la realidad misma y desde una humanidad diversa y diferente pero que puede caminar una al lado de otra, desde los aportes históricos de los pueblos originarios y afrodescendientes, desde las propuestas de las mujeres y de las juventudes, es decir desde el Pueblo de Dios que ya esta en Camino. Sea este observatorio digital una forma de camino y de caminar sinodal que ayude a discernir lo que Dios espera de la iglesia del tercer milenio.