Cuaresma y conversión a la sinodalidad

Cuaresma y conversión a la sinodalidad
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Por: Óscar Elizalde Prada*

06 de marzo de 2025

“Caminemos juntos en la esperanza”. Así se titula el Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este año 2025, que inició con el Miércoles de Ceniza, el signo penitencial que da paso a esta peregrinación de cuarenta días hacia la Pascua.

“El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial”, había subrayado el Obispo de Roma en su Mensaje para la Cuaresma de 2023.

Tomando como referencia la experiencia de los discípulos testigos de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor (cf. Mt 17, 1-9), Francisco advierte que “el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado [al final del camino], cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión”.

Ciertamente, tras la conclusión de las fases de “consulta al pueblo de Dios” y de “discernimiento”, se puede caer en la tentación de pensar y actuar como si el Sínodo sobre la Sinodalidad hubiera concluido en octubre de 2024, máxime cuando los eventos por el Año del Jubileo 2025 pareciera haber eclipsado, en muchas comunidades, la actual fase de “implementación” del sínodo, un momento clave e imperativo para apropiar y llevar a la práctica lo dispuesto en el Documento Final del sínodo. 

De hecho, en la constitución apostólica Episcopalis communio Francisco señala que “a la celebración de la Asamblea del Sínodo le debe seguir la fase de su implementación, con el fin de dar inicio en todas las Iglesias particulares a la recepción de las conclusiones sinodales”.

No es gratuito, por tanto, que el Papa insista en esta Cuaresma en “la conversión a la sinodalidad” como tarea y misión para los bautizados, pues “la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales”, de modo que nos sentimos interpelados a dejar de lado nuestros egoísmos y protagonismos, para salir al encuentro del otro y dejar que el Espíritu fluya. Al fin y al cabo, como dice Francisco, “los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios”.

La conversión a la sinodalidad implica un quiebre en los personalismos ególatras y estáticos de presumir ser “dueños y señores” de la misión de la Iglesia, bajo parámetros piramidales, excluyentes y clericalistas, para ponderar la parábola del camino y del caminante dispuesto a salir de su zona de confort, de sus propias seguridades, para abrazar la intemperie con fe y esperanza, con el ímpetu creativo del poeta: Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar.

Para Francisco “caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido”.

Por eso es necesaria la conversión personal como la conversión comunitaria. La Cuaresma y la sinodalidad nos invitan a avanzar en la misma dirección, asumiendo la diversidad como un don y “escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia”, como nos pide el Papa.

Bergoglio es todavía es más incisivo cuando nos invita a hacer un examen de conciencia en perspectiva de conversión a la sinodalidad: “preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos”.

Desde una perspectiva pastoral latinoamericana, podríamos decir que la metodología ver – juzgar – actuar ha estado implícita en las tres fases del Sínodo sobre la sinodalidad: “consulta al pueblo de Dios” (ver/escuchar), “discernimiento” (juzgar) y, ahora, “implementación” (actuar). Con frecuencia sentimos que el “ver” y el “juzgar” es lo que mejor sabemos hacer, pero nuestro talón de Aquiles está en el “actuar”. Al caminar juntos en la esperanza, durante esta Cuaresma, anhelamos dar pasos firmes hacia una auténtica conversión a la sinodalidad que nos transforme y nos conduzca a la Pascua del “nosotros” eclesial, con hechos y prácticas concretas.

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