La hermana Daniela Cannavina, secretaria general de la Confederación Latinoamericana de religiosos (CLAR), compartió una reflexión sobre lo que significa vivir la sinodalidad como experiencia. Según sus palabras, la experiencia es percepción, observación y participación, que se conjugan y se entretejen con la palabra gratitud: “La experiencia nos hace, nos convierte en testigos sinodales”.
El Espíritu en el Camino Sinodal
La religiosa comenzó valorando los dos días de retiro iniciales, liderados por Timothy Radcliffe y la Hna. María Gracia Angelina, que llevaron a los participantes a contemplar las heridas transfiguradas del Resucitado y a emprender el camino del perdón. Este inicio, con una vigilia penitencial, marcó el tono espiritual del proceso y preparó los corazones para abrazar la misión sinodal.
Desde su experiencia personal, la Hna. Daniela identificó cómo el Espíritu moviliza corazones, ilumina cegueras, anima la unidad y revela resistencias internas y externas. Señaló que la Iglesia está en camino hacia un “modus” que responde a la llamada de una “Cultura de la Sinodalidad”.
Para la religiosa, esta transformación se arraiga en pequeñas semillas que crecen en la tierra fértil de la tradición y el magisterio conciliar, reviviendo la categoría del Pueblo de Dios como fuerza profética para el presente. La hermana también resaltó cómo la escucha ha comenzado a transformar las prácticas de discernimiento, no desde un monopolio del pensamiento, sino en la búsqueda conjunta de la voz del Espíritu. Sin embargo, reconoció que persisten deudas y ausencias, como la participación plena de las mujeres y la valorización de afrodescendientes e indígenas como sujetos eclesiales. Además, advirtió contra la invisibilización de la comunicación de lo vivido, que puede generar resistencias y desinterés.
Aprendizajes del Sínodo
La Hna. Daniela organizó los aprendizajes del Sínodo en triadas, reflejando aspectos esenciales para el camino sinodal. En primer lugar, mencionó la sanación, reconciliación y reconstrucción. Frente al escándalo de los abusos, estas dimensiones ayudan a reconstruir la confianza.
La segunda triada, la transparencia, rendición de cuentas y evaluación, son procesos que permiten avanzar en una perspectiva evangélica. En tercer lugar, la dimensión constitutiva, renovación espiritual y reforma estructural, para hacer una Iglesia más participativa y misionera. Y como cuarta, la espiritualidad sinodal, conversación en el Espíritu y cultura del discernimiento, como pilares para explorar nuevos horizontes.
Continuando con las triadas señaló contextos, culturas y diversidades, que permite desarrollar la capacidad de profetizar críticamente frente al pensamiento dominante. En otro conjunto de palabras, mencionó la conversión sinodal, conversión de los sentimientos y conversión de las relaciones, para avanzar hacia la conversión pastoral y misionera.
Todos tenemos lugar en esta Iglesia
También señaló la profecía social, profecía de la cultura del encuentro y profecía de la unidad, que tejen la justicia social, la inclusión de los grupos marginados, la fraternidad entre los pueblos y el cuidado de la Casa Común. Otro conjunto mencionado son los carismas, vocaciones y ministerios, expresiones múltiples y articuladas de la llamada bautismal a la santidad y a la misión a la que todos estamos invitados.
Por último, la consulta, deliberación y decisión, como forma adecuada para la puesta en práctica de los procesos sinodales en perspectiva participativa, donde “todos contamos, todos tenemos lugar en esta Iglesia, todos podemos sumar palabras, todos nos sentimos convocados para ser corresponsables en la construcción de este ‘nosotros’ eclesial”.
“Este conjunto de triadas está animado o cobra fuerza gracias a la centralidad de la Palabra”, aclaró la Hna. Cannavina, esta Palabra que ilumina y fortalece el corazón.
“Pase lo que pase… ¡este es el camino!”
La Hna. Daniela compartió que, en un momento del Sínodo, en medio del temor, el Espíritu provoco un crecimiento, y recibió un mensaje de Whatsapp de un amigo religioso con la frase: “Pase lo que pase, ¡este es el camino!”. Y este es el mensaje con el que la hermana cerró su reflexión, remarcando que el Sínodo no es un proceso concluido, sino un camino abierto que invita a la corresponsabilidad de todos: “Pase lo que pase, ¡este es el camino! No podemos dar marcha atrás; siempre hacia adelante. Ayudándonos a poder hacer vida y a convertirnos en testigos de un proceso que venimos haciendo en el tiempo y que no está cerrado, aún continúa el camino abierto”.
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