La paz es una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco, de ahí la convocatoria de una Jornada de Oración y Ayuno por la Paz este lunes 7 de octubre y el rezo del Rosario este domingo 6. Una paz que sólo es posible desde el perdón, algo que no siempre es fácil de asumir. De ahí la importancia del testimonio dado en la Sala Stampa del Vaticano por el obispo maronita Mounir Khairallah.
Un país al que se le impuso una guerra
El obispo libanes, uno de los miembros de la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, comenzó relatando la situación de su país, en guerra desde 1975, una guerra que empezó con la excusa de ser una guerra de religión entre musulmanes y cristianos. Mons. Mounir Khairallah, no dudó en afirmar que “50 años más tarde, no han conseguido hacer entender que no es una guerra de religión, es una guerra que se le impuso al Líbano”. Recordó las palabras del Papa Juan Pablo II, que definió al Líbano como un país mensaje de convivencia, de libertad, de democracia, de vida, caracterizada por el respeto de la diversidad, algo que también ha afirmado el Papa Francisco. Según el obispo, “el Líbano es un mensaje de paz y debería seguir siendo un mensaje de paz”.
Eso porque es “el único país de Oriente Medio donde pueden seguir viviendo juntos cristianos, musulmanes, judíos, vivir juntos en el respeto de sus diversidades en una nación que es una nación modelo” como dijo Benedicto XVI. Ante esta situación de guerra prolongada, el obispo reconoció su dificultad para hablar del sínodo y del perdón, el perdón que el Papa Francisco ha elegido como signo de esa Segunda Sesión, recordó. Hablar de perdón y reconciliación, “mientras mi país, mi pueblo sufre las consecuencias de las guerras, de conflictos, de la violencia, de la venganza, del odio”.
Condenamos el odio, la venganza, la violencia
“Nosotros libaneses queremos siempre condenar el odio, la venganza, la violencia. Queremos construir la paz y somos capaces de hacerlo”, dijo, afirmando que “para mí este es un gran mensaje hablar de perdón”. En ese momento, subrayó que “la población del Líbano rechaza el lenguaje del odio y de la venganza”. El perdón es algo que Mons. Mounir Khairallah, fue llamado a experimentar desde niño. Como relató, produciendo un fuerte silencio en todos los que le escuchaban “cuando tenía cinco años, alguien vino a mi casa y asesinó a mis padres salvajemente”.
Los cuatro hermanos, el menor con dos años, fueron llevados por su tía monja maronita a su monasterio, donde en la Iglesia, “nos invitó a ponernos de rodillas y rezar al Dios misericordioso, Dios de amor”. Nos dijo, continuó el obispo: “no recéis por vuestros padres, vuestros padres son mártires ante Dios. Rezar por la persona que los mató e intentar perdonar a lo largo de vuestra vida, así vosotros seréis hijos vuestro padre, que está en los cielos”, recordando las palabras de Jesús: “Si vosotros amáis a los que os aman, ¿cuál es el mérito de hacer esto? Amad a los que os persiguen”. “Cuatro niños que llevamos esto en nuestro corazón”, dijo el obispo maronita, a lo que añadió que “el Señor nunca nos ha abandonado y nos ha permitido vivir este perdón”.
Renovar su promesa de perdón
Mons. Mounir Khairallah fue ordenado sacerdote el día del aniversario del asesinato de sus padres, la vigilia de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, una gran fiesta para las iglesias orientales. Citando la frase evangélica: “el grano, si no muere en la tierra, no puede dar fruto”, señaló que “el fruto de ese grano es la voluntad de Dios que nuestros padres aceptaron y nosotros vivimos”, subrayando que “yo renuevo mi promesa de perdón a todos los que nos hacen daño”.
Unos meses de su ordenación, en el año 77o 78 dio un retiro a unos jóvenes, a quienes habló del sacramento de la reconciliación y del perdón, percibiendo que “los jóvenes no me entendían, estaban armados y querían hacer la guerra contra nuestros enemigos”. Después de cuatro horas, percibió que no aceptaban el mensaje, por lo que les contó lo que había vivido y su experiencia de perdón y de reconciliación. “Al cabo de un tiempo de silencio, un joven te puso de pie y me dijo: padre, supongo que has perdonado, pero imagina ahora tú, sacerdote, si estás en el confesionario y esta persona se pone a tu lado, se confiesa y te pide perdón, ¿qué haces? ¿qué vas a hacer?”. En ese momento, reconociendo que no era fácil responder, entendió qué significa perdonar.
Le daría la absolución al asesino de mis padres
“Es cierto, he perdonado, pero ahora sé que he perdonado desde lejos, porque nunca lo he visto. Ahora tú me ayudas a verlo a mi lado, y también soy hombre, tengo mis sentimientos. Pero finalmente, sí, le daría mi absolución, mi perdón”, les dijo a los jóvenes, haciéndoles ver que “el perdón es difícil, pero no es imposible”, que, a pesar de entenderles, “es posible vivir el perdón si queremos ser discípulos de Cristo en la tierra de Cristo”. Eso porque, en la cruz Jesús perdonó, ante lo que cuestionó: “¿nosotros somos capaces de perdonar?”.
Para el obispo maronita, “todos estos que nos hacen la guerra, que consideramos enemigos, israelíes, palestinos, de todas las nacionalidades, no son enemigos, porque los que fomentan la guerra no tienen identidad, no tienen confesión, no tienen religión”. En ese sentido afirmó que “los pueblos quieren la paz, quieren vivir en paz en la tierra de la paz, la tierra de Jesucristo, rey de la paz”. Por tanto, “hoy también, a pesar de todo lo que está ocurriendo después de 50 años de guerra ciega, salvaje, a pesar de todo, nosotros como pueblos de todas las culturas, de todas las confesiones, nosotros como pueblos, queremos la Paz, somos capaces de construir la paz”.
Nos dejen construir la paz
Mons. Mounir Khairallah llamó a dejar de lado a los políticos, que hacen y siguen sus intereses, “pero nosotros, como pueblos, no queremos todo esto, rechazamos todo esto, un día tendremos la oportunidad de hacer pasar nuestro mensaje y decir nuestra palabra contra la venganza, contra el odio, contra guerras”. Desde ahí pidió que les dejen construir la paz, “al menos para nuestros niños, para las generaciones futuras que tienen derecho de vivir en paz”.
Algo que le lleva al obispo maronita a entender el mensaje del Papa Francisco, “cuando nos ha invitado a vivir juntos la sinodalidad, que es una práctica en nuestras iglesias orientales y pidió a toda la iglesia que empezáramos a vivir el perdón, la reconciliación, la conversión personal y comunitaria para poder caminar juntos hacia la construcción del reino de Dios” afirma, insistiendo en que “si queremos hacerlo, podemos hacerlo”. Su vida representa el mejor ejemplo de lo que significa la paz, el perdón y la reconciliación.
Verle hablar es un claro testimonio de que es posible perdonar para vivir en paz, también a aquellos que cuando tenía cinco años, vio como asesinaban brutalmente a sus padres. Su tía, a través de la oración, le enseñó que, aunque sea duro, humanamente difícil, es posible recorrer ese camino. Ese es el camino que Francisco nos propone para esta la Jornada de Ayuno y Oración.