Monseñor Luis Marín de San Martín: “La Sinodalidad ha llegado para quedarse”

Monseñor Luis Marín de San Martín: “La Sinodalidad ha llegado para quedarse”
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El pasado 25 de enero de 2025, en el salón de actos del Seminario Diocesano de Pamplona, monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo de los Obispos, presentó el Documento Final del Sínodo sobre la Sinodalidad, aprobado en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada en Roma en octubre de 2024.

Con una exposición, Monseñor Marín motivó a leer, reflexionar y aplicar este documento en la vida de la Iglesia, afirmando que “no se trata de un simple texto para colocar en la estantería, sino de una guía para la acción”.

La Sinodalidad es esencia de la Iglesia

Monseñor Marín señaló que la Sinodalidad es un elemento constitutivo de la Iglesia y no solo un concepto de moda: “Si la Iglesia no es sinodal, no es la Iglesia de Cristo”, afirmó. En este sentido, explicó que la Sinodalidad no se limita al Sínodo de los Obispos, sino que abarca toda la vida eclesial, desde los consejos pastorales y económicos, hasta los capítulos conventuales, buscando fomentar la participación y la corresponsabilidad en la Iglesia.

Destacó la importancia de retomar la eclesiología del Concilio Vaticano II, especialmente lo expresado en “Lumen Gentium” y “Gaudium et Spes”, para comprender la Sinodalidad en su verdadera dimensión. “Si no volvemos al Concilio, estamos fuera de onda”, manifestó, remarcando la necesidad de redescubrir y aplicar los principios teológicos, espirituales y pastorales del Concilio en la actualidad.

Debemos evangelizar hoy, aquí, ahora, llevar a Cristo, dar testimonio de Cristo como comunidad cristiana”, subrayó el obispo.

Contemplar la alegría del Resucitado

El Documento Final de la Asamblea del Sínodo representa un balance significativo de todo el camino recorrido hasta ahora. Recoge las principales convergencias surgidas en la primera sesión, las contribuciones de las Iglesias entre ambas etapas y la maduración del texto a lo largo del proceso.

Su estructura y redacción están inspiradas en los relatos evangélicos de la Resurrección, con una referencia especial al Evangelio de Juan. Desde su introducción, el documento invita a contemplar la alegría del Resucitado y el encuentro transformador con Cristo, eje central de toda la reflexión sinodal, compartió Mons. Marín.

A lo largo de sus cinco partes, el documento se ilumina con imágenes clave de la mañana de Pascua: la pesca milagrosa, la barca, las redes, la abundancia de la pesca y el envío en el Espíritu. Cada sección resalta el llamado a la conversión en distintos niveles: en las relaciones, en los procesos y en los vínculos dentro de la comunidad eclesial. Y la conclusión se inspira en el banquete del Evangelio de Juan (21, 9.12-13), un signo de comunión que recuerda la misión compartida de formar un pueblo de discípulos misioneros.

Espiritualidad del Documento Final

Partiendo del numeral 28 del Documento Final, Mons. Marín remarcó: “La sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer la Iglesia más participativa y misionera”.

Instó a “abrirnos al Espíritu Santo” y dejarnos guiar por Él, “con todo lo que tiene el Espíritu de riesgo, de impulso, de renovación, de cambio, de transformación, de entusiasmo. Y al mismo tiempo, eso debe calar en las reformas estructurales”.

El obispo habló sobre la necesidad de que se tomen decisiones a nivel diocesano y parroquial para fortalecer la sinodalidad en la Iglesia. Además, resaltó que la reforma estructural debe traducirse en acciones concretas que impulsen la renovación. Identificó tres aspectos del proceso sinodal: la renovación del proceso sinodal, su carácter procesal, y la participación orientada a la misión.

“El proceso sinodal es una respuesta del Señor”

Monseñor Marín explicó que “el proceso sinodal es una respuesta del Señor”, en el que pide implicarse; señaló que este es “un camino de renovación profunda en la Iglesia”, que exige compromiso y participación activa de toda la comunidad eclesial, desde el “Papa, los obispos, los religiosos, los laicos, jóvenes, viejos, toda la Iglesia, todos, todos, todos”.

El obispo reiteró que la Sinodalidad implica caminar juntos, escucharse mutuamente y discernir la voluntad de Dios en cada etapa, sin esperar soluciones inmediatas o cambios espectaculares. Es una llamada a la corresponsabilidad, donde cada bautizado tiene un papel fundamental en la construcción de una Iglesia más fiel al Evangelio.

También indicó que uno de los aspectos más relevantes del Documento Final es su llamado a la conversión: “La Iglesia sinodal no existe sin conversión”. Esta conversión abarca varios niveles: la conversión personal, la conversión de las relaciones, la conversión de los procesos eclesiales y la conversión estructural.

La conversión a la santidad en el proceso sinodal

La conversión a la santidad en el proceso sinodal no se trata solo de cambios estructurales, sino de “abrirse a la acción del Espíritu que transforma”. La santidad exige coherencia y está al alcance de todos los creyentes, promoviendo una sociedad más humana, enseñó Mons. Marín.

La Sinodalidad implica asumir las actitudes de Jesús y vivir la experiencia del Cristo Resucitado, ya que sin Él, la Iglesia no tiene sentido, porque el proyecto sinodal lleva a “comunicar la experiencia del Resucitado”.

“Para caminar juntos debemos abrir el corazón al hermano”, sostuvo la autoridad eclesial, a tiempo de recordar que se trata de una conversión de relación, en comunión: “Formamos comunión, formamos comunidad y entonces tiene sentido la Eucaristía”, dijo, resaltando la Eucaristía como espacio privilegiado de comunión y participación, donde se expresa la unidad de la Iglesia en la diversidad.

Si no hay comunión con el hermano o con la hermana, no puede haber comunión con Cristo; y la comunión con Cristo nos lleva a la comunión con el hermano y con la hermana”, afirmó sobre la comunión.

Toda vida cristiana tiene su fuente y horizonte en la Trinidad

Mons. Marín señaló que la espiritualidad presente en el Documento Final tiene como fundamento el misterio de la Trinidad, que aparece en el Instrumentum Laboris y se resalta especialmente en el número 15. “La Trinidad es el punto de referencia, la fuente y el horizonte de la vida cristiana, pues en ella se fundamentan la fe, la esperanza y la caridad”. Además, dijo que la referencia trinitaria es clave en el tema de la unidad y la pluralidad, ya que Dios, siendo amor, une sin anular las diferencias.

Este mismo amor, que une perfectamente, debe reflejarse en la vida de la Iglesia. En el Documento Final se destaca que la caridad en la comunidad eclesial debe llevar a la unidad, evitando enfrentamientos, divisiones y agresiones entre cristianos, ya que esto representa un verdadero escándalo.

Vivir en comunión es esencial para que el mundo crea, siguiendo el modelo de la comunión trinitaria. Al mismo tiempo, la Iglesia debe abrirse a la pluralidad, valorando la diversidad de vocaciones, carismas y culturas, de manera que, en lugar de generar confrontación, se enriquezca la comunidad.

Cinco desafíos del Documento Final

La Iglesia tiene la misión de llevar el Evangelio a todas las realidades del mundo, teniendo en cuenta los contextos culturales y sociales en los que se encuentra. No es lo mismo evangelizar en América Latina que en Asia, ni en Europa que en Oceanía, cada región tiene sus propias particularidades, y la Iglesia debe reconocer esta diversidad sin perder la comunión. La unidad no significa uniformidad, sino una integración de las diferencias en una sola fe, un solo Señor y un solo bautismo. Es en esta armonía entre pluralidad y unidad donde la Iglesia encuentra su riqueza y su verdadera universalidad.

La Iglesia debe responder a estos distintos contextos con estructuras flexibles y adaptadas, siempre preservando la unidad esencial de la fe. La clave está en reconocer que el tiempo y la historia nos exigen avanzar con una mirada más inclusiva y comprensiva.

En este sentido, el Documento Final del Sínodo plantea cinco desafíos fundamentales: el espiritual, el comunitario, el ecuménico, el de la corresponsabilidad y desafío misionero. Estos retos deben ser asumidos por la Iglesia en general, y por cada comunidad local, parroquia y diócesis.

Además, Mons. Marín señala que la reflexión debe ser personal: ¿cómo estamos respondiendo a estos desafíos en nuestra propia realidad? ¿Qué cambios y reformas estructurales son necesarias para que la Iglesia sea verdaderamente inclusiva y cercana a las personas?

Tres líneas de acción del Documento Final

Mons. Marín explicó los tres grandes lineamientos del Documento Final del Sínodo: la comunión, la participación y la misión. La comunión se fundamenta en la caridad y en la experiencia del amor de Dios, lo que implica dos grandes manifestaciones: la misericordia y la armonía. La misericordia es caminar juntos con una mirada de compasión, integrando a todos, especialmente a los más necesitados y a quienes están en las periferias. La armonía, por otro lado, se construye desde la Eucaristía, que simboliza la unidad en Cristo y nos recuerda que nadie se salva solo.

El segundo lineamiento, la participación, se basa en la vocación común a la santidad y en el bautismo como principio de identidad del pueblo de Dios. La Iglesia sinodal requiere una participación activa de todos sus miembros, superando estructuras clericalistas y promoviendo un mayor protagonismo de los laicos, especialmente de las mujeres, en la toma de decisiones. La Eucaristía es clave en este proceso, pues no solo fortalece la unidad, sino que también motiva el compromiso y la corresponsabilidad de cada bautizado.

Por último, la misión es la finalidad de la sinodalidad, ya que “la Iglesia no puede encerrarse en sí misma, sino que debe salir al encuentro del mundo con el mensaje del Evangelio”. Se propone renovar la gracia de Pentecostés, salir con coraje a las calles y utilizar todos los medios disponibles para anunciar la fe, incluyendo el ámbito digital. La parroquia sigue siendo el espacio privilegiado para la misión, pero se plantea la necesidad de revisar sus estructuras para que sean más abiertas, dinámicas y acordes con la realidad actual. La evangelización debe ser creativa e inclusiva, aprovechando todos los carismas y ministerios, tanto ordenados como no ordenados, para hacer presente a Cristo en todas las culturas y contextos.

La Iglesia sinodal para la misión

La Sinodalidad ha llegado para quedarse”, afirmó monseñor Marín, invitando a todos a “llevar la alegría del Evangelio ahí dónde estamos”.

Concluyó con el mensaje que dio el Papa Francisco al finalizar el Sínodo de la Sinodalidad: “Su Gracia, a través de su Espíritu, susurra palabras de amor en el corazón de cada uno. A nosotros nos toca amplificar la voz de este susurro sin obstaculizarlo; abrir puertas sin levantar muros. ¡Cuánto mal hacen las mujeres y los hombres de Iglesia cuando alzan muros, cuánto mal! ¡Todos, todos, todos! No debemos comportarnos como “dispensadores de la Gracia” que se apropian del tesoro atando las manos del Dios misericordioso. Recuerden que comenzamos esta Asamblea sinodal pidiendo perdón, sintiendo vergüenza, reconociendo que todos hemos sido misericordiados… La Iglesia sinodal para la misión, ahora necesita que las palabras compartidas vayan acompañadas por hechos. Este es el camino”.

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