La Sinodalidad es una invitación a vivir la Iglesia desde la escucha, la Hna. Daniela Cannavina comparte su testimonio como facilitadora del Sínodo

La Sinodalidad es una invitación a vivir la Iglesia desde la escucha, la Hna. Daniela Cannavina comparte su testimonio como facilitadora del Sínodo
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Con motivo del webinar “Inclaudicables en la Esperanza – Las llamadas sinodales de la Vida Religiosa”, la Hna. Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR (Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos) compartió su experiencia como facilitadora en el Sínodo.

Desde el inicio, la Hna. Cannavina hizo énfasis en el valor de la escucha como un eje transversal en todo el proceso sinodal, asegurando que la escucha va desde los espacios formales y se extiende a los encuentros espontáneos y los espacios informales.

Uno de los aspectos que la Hna. Daniela resaltó fue el ejemplo continuo del Papa Francisco en la escucha: “Él da tiempo para todo, uno puede sentarse un ratito a su lado y contarle algo personal, llevarle alguna noticia sobre alguna cuestión, y parece que una fuera la única ante él, y sin embargo por detrás hay 20 personas más que lo quieren saludar, pero él mismo encarna la escucha, y eso nos ayuda mucho en todo este contexto”, dijo, y resaltó la capacidad del Pontífice de hacer sentir a cada persona escuchada y valorada.

El rol de facilitador

En su exposición, la religiosa habló sobre la responsabilidad que conlleva el rol de facilitadora, una tarea que describió como un delicado equilibrio entre animar el discernimiento y evitar cualquier tipo de manipulación. Esta función, afirmó, implica ayudar a los grupos a centrarse en la pregunta guía del Sínodo: “¿Cómo ser una Iglesia sinodal y misionera?”, asegurándose de que las discusiones siempre apunten hacia ese objetivo común.

Un momento que rescató de su experiencia fue la comprensión de la “profecía” como una llamada a escucharse mutuamente: “Nos atrevemos a escucharnos, cuando nos atrevemos a respetarnos en la diversidad de posturas, de opiniones, y cuando juntos estamos buscando este nuevo modo de ser Iglesia”, afirmó. Esta perspectiva se convirtió en un motor de acción para ella y otros participantes, especialmente durante las primeras semanas, cuando las discusiones parecían estar estancadas.

También compartió detalles sobre los cambios en el método sinodal, aseguró que se trata de “construir juntos”, un momento en el que las diferencias se confrontan de manera constructiva para avanzar hacia consensos. Esta mirada permitió enriquecer los textos elaborados por los grupos con las aportaciones de todas las mesas lingüísticas, promoviendo una verdadera Sinodalidad: “Como facilitadora y mujer, me sentí muy respetada, muy valorada, y la verdad que eso me ayudó mucho a mantener el ritmo, y ciertamente que esta experiencia me confirma que nos necesitamos, y que es bueno dejarnos guiar entre hermanos, y que juntos, cada uno desde su servicio, desde su lugar, desde su ministerio, podemos darle lugar”.

No se puede improvisar

Hizo hincapié en la necesidad de prepararse espiritualmente y metodológicamente para participar en estos espacios: “No se puede ir a improvisar”, subrayó, y remarcó que la oración y el estudio son necesarios para contribuir al discernimiento colectivo.

La religiosa explicó cómo el método adoptado en la última asamblea sinodal marcó una diferencia significativa respecto a experiencias anteriores, siendo un modelo que promueve la apertura y el discernimiento comunitario.

Los cambios en el método

Uno de los cambios clave fue la estructura en dos pasos de la primera sesión, denominada “Tomar la palabra”. En este espacio inicial, los participantes identificaron, en un primer momento, los puntos del módulo que consideraron válidos para incluir en el documento final. Posteriormente, en una segunda ronda, se abría al debate sobre los aspectos que requerían mayor profundización o ajustes, promoviendo una resonancia colectiva y dando paso a la escucha común de la voz del Espíritu: “Ya no es mi sola voz, sino la apertura a la voz común del Espíritu”, reflexionó la Hna. Daniela al describir esta etapa del proceso.

El tercer paso, en la segunda sesión, “Construir juntos”, permitió un ejercicio más dinámico y colaborativo. Con el tiempo limitado de intervenciones liberadas, se generaron diálogos y debates constructivos en los que las diversas posturas se confrontaron para enriquecer las reflexiones colectivas. “El ejercicio de escucha es increíble”, sostuvo al tiempo describir la experiencia.

De este trabajo surgieron textos preliminares que, posteriormente, fueron presentados en las mesas lingüísticas. Esta novedad metodológica permitió unificar y profundizar las reflexiones de los grupos según su idioma, elevando preguntas y propuestas al pleno de la asamblea. Finalmente, los textos refinados se enviaron a la Secretaría del Sínodo, donde los teólogos y redactores continuaron el arduo trabajo de sintetizar las reflexiones en el documento final.

Aprender a escuchar

Para la Hna. Daniela Cannavina, esta experiencia confirma que la espiritualidad sinodal no se sostiene sin la escucha y sin el compromiso de todos: “Considero que ha sido muy rítmico y bueno, agradezco infinitamente haber estado en este servicio porque me ha ayudado mucho personalmente; y como tantas veces me decía: Ay Daniela, si no aprendiste a escuchar en este Sínodo, ya está, olvídalo, porque, sinceramente, estar solo escuchando se puede hacer con la gracia de Dios”.

El testimonio de la hermana Daniela Cannavina es un recordatorio de que la Sinodalidad es una invitación a vivir la Iglesia desde la escucha, el respeto y la colaboración fraterna.


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