Hace casi un año, el 20 de octubre de 2023, durante la Primera Sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad, escribía que “si el Sínodo no concreta, no aterriza, corre el riesgo de estrellarse”. Hubo quien no entendió el texto, quiero pensar que se quedó solo en el titular y no imaginar que leyó el texto y no tuvo la capacidad de comprender el contenido.
Las mujeres conducen a lo concreto
Un año después, ya en la segunda parte de una eliminatoria de ida y vuelta, usando parámetros futbolísticos, podemos decir que la Asamblea Sinodal, en su Segunda Sesión está encontrando lugares, pistas, de aterrizaje. Es una sensación que uno percibe cuando habla con los miembros de la Asamblea, sobre todo en este módulo de los lugares. Una de las mujeres miembros de la Asamblea me hizo ver la importancia que ellas tienen para lograr aterrizar, cuando decía que “los hombres muchas veces se quedan divagando, nosotras somos más prácticas, más concretas”.
No vuelvo atrás en la afirmación que hacía unos días atrás, cuando decía que, en una Iglesia sinodal, el modo es superior al contenido. En realidad, la primera gran pista de aterrizaje es el propio modo, poco a poco vamos sabiendo como poner el avión en tierra, aunque sería más apropiado decir la barca de Pedro, y hablar de llevarla a buen puerto.
Un año atrás cuestionaba que el hecho de que el avión estuviese constantemente volando, pero ahora se puede decir que en la Iglesia el tiempo es de Dios, y es él quien controla el cronómetro, haciendo del cronos un Kairós, un tiempo del Espíritu. Escuchar la voz del Espíritu ha sido un buen plan de vuelo, que ha marcado con audacia la ruta a seguir, superando las turbulencias, muchas de ellas construidas artificialmente por aquellos que se empeñan en que el avión se estrelle, que la barca de Francisco, aquel que hoy dirige con maestría aquella en la que un día Pedro llevó el timón, se hunda.
Destreza para aterrizar en cada contexto y cultura
Tampoco podemos olvidar que no todas las pistas de aterrizaje son iguales, en algunas es necesario una gran destreza del piloto. Son pistas que tienen que ver con el contexto y la cultura, recordando que “la experiencia del pluralismo de las culturas y de la fecundidad del encuentro y del diálogo entre ellas, es condición de vida de la Iglesia, no una amenaza para su catolicidad”, que nos dice el Instrumentum Laboris para la Segunda Sesión de la Asamblea.
Las pistas en las que la sinodalidad tiene que aterrizar son las Iglesias locales, que es verdad que forman parte de una Iglesia que es católica, una y única, pero que tienen sus especificidades. Un contrapunto entre unidad y diversidad, guiados por el Obispo de Roma, para asumir que juntos somos más y que la diversidad solo enriquece cuando la unidad es nuestro foco, aquella que hace que el plan de vuelo nos lleve a alcanzar el objetivo concreto, la pista de aterrizaje.