La Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad clausuró este viernes el último módulo, el de los Lugares. A partir del lunes, en que se retoman los trabajos dentro del Aula Sinodal, será tiempo para encarar las conclusiones.
Descentralización y papel de las iglesias particulares
En la Asamblea Sinodal, en las últimas horas se trataron, según el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, se trataron dos temas, los criterios para definir una descentralización sana y el papel de las iglesias particulares en el contexto más amplio de la Iglesia católica y de las Iglesias sub iudice. En ese sentido, se dijo que la singularidad de cada iglesia no debe ser considerado un desafío sino un don especial. Se refirió a la necesidad de garantizar la revitalización de las iglesias católicas orientales y la posibilidad de la celebración común de la Pascua.
Está prevista este viernes una reunión de los 10 grupos de estudios creados por el Papa en torno al Sínodo, un encuentro con los canonistas y otro con los jóvenes. De cara a la próxima semana, momento de conclusiones y de elaborar el Documento Final, se ha pedido vivir ese tiempo en clima de oración y retiro, y el lunes, antes de retomar los trabajos, se celebrará una misa presidida por el cardenal Grech, secretario del Sínodo.
Las comunidades de base como lugar privilegiado de las Iglesia
Con relación a los criterios para definir una descentralización sana, Sheila Pires citó la cercanía y la sacramentalidad, siendo destacado de nuevo el papel de las comunidades de base como lugar privilegiado de las Iglesia. Habló del mundo digital y de la necesidad de un discernimiento en el mundo digital, de ser discípulos digitales. Se llamó a ser resilientes, a no tener miedo a la pluralidad, que no infravalora los ministerios y los lugares. Con relación a las parroquias dentro de la asamblea se ha hecho ver que lo administrativo devora lo misionero en la parroquia, lo que demanda nuevos modos de ser parroquia. Teniendo en cuenta que la sinodalidad se da en las realidades, se llama a escuchar a las personas que sufren, a una descentralización en vista de la corresponsabilidad del Pueblo de Dios, la promoción de los laicos, la claridad en las competencias.
En la Iglesia, la Palabra de Dios se inserta en conceptos culturales específicos, lo que demanda inculturar el Evangelio, a buscar la unidad en la diversidad, en una tensión no estática, sino dinámica. No se puede olvidar que el desafío sinodal estriba en acoger lo que es diferente, pero la unidad no es un rompecabezas. Eso en una iglesia que vive y crece tal como cualquier otro organismo vivo. Por ello es necesaria la unidad en lo esencial y la diversidad en lo secundario. Se habló una vez más del diaconado femenino y que para las mujeres estar presentes en los procesos de decisiones es importante, pero no suficiente. Sheila Pires relató que se aludió a la violencia contra las mujeres, a la capacidad de la inclusión y al cuidado del medio ambiente.
Camino común de las iglesias del Mediterraneo
Preparar el trabajo en común en el Mediterráneo es algo que el Papa Francisco le ha confiado al arzobispo de Marsella (Francia), el cardenal Jean-Marc Aveline. Una iniciativa iniciada en 2020 en Bari, en la reunión de todos los obispos de la cuenca del Mediterráneo, donde se llevó a cabo un intercambio de situaciones en torno a este mar, que son muy diferentes. Un camino que continuó con nuevos encuentros en Florencia, en 2022, y Marsella, en 2023. Se quiere concretar el deseo del Papa de crear redes, escuchar a las iglesias que están en dificultad. Conviene no olvidar que el Mediterráneo es una región donde se viven cosas dramáticas, guerras, falta de libertad, corrupción, migrantes que intentan cruzar el mar, lo que demanda trabajar juntos en este contexto.
En ese sentido, el cardenal francés relató la existencia de redes para ayudar a los migrantes cuando llegan, redes de facultades de Teología, el trabajo común de los santuarios, redes de educación, espacios de diálogo entre jóvenes y obispos, con los alcaldes, con personas de diferentes religiones. Son realidades que tienen conexión con el proceso sinodal. Se trata de ver como la Iglesia puede contribuir a la justicia y la paz en esta región, cómo puede aportar su granito de arena, en una región con tres continentes y cinco orillas. Una realidad que demanda diálogo ecuménico, interreligioso, sobre las rutas migratorias, el clima, las tensiones geopolíticas. Ante tantos desafíos Avelline dijo abiertamente que como se celebró un Sínodo para la Amazonía, el Mediterráneo también merecería un Sínodo.
Sínodo camino para la paz
El camino sinodal ayuda a resolver juntos muchos problemas humanos, afirmó el cardenal Stephen Ameyu Martin Mulla, arzobispo de Juba (Sudán del Sur), un país nacido en 2011, donde la conferencia episcopal está formada junto con los obispos de Sudán. El cardenal recordó la necesidad de que las personas entiendan que las guerras que ha habido fueron luchadas por los pueblos que querían ser libres. En ese sentido, dijo que sigue habiendo “situaciones pendientes que tenemos que afrontar y solucionar juntos, problemas humanitarios gravísimos, creados por los seres humanos”. La división de Sudán aumentó los problemas han aumentado, los acuerdos de paz no son cumplidos, deben ser actualizados.
El arzobispo de Juba recordó la preocupación del Santo Padre, pero eso no ha impedido que continue una situación de inestabilidad, que aumenta como consecuencia de la corrupción y la mala gestión de recursos, en un país con potencial enorme. Ve en el Sínodo una ayuda para el diálogo de los obispos con los políticos. Igualmente relató problemas relacionados con el cambio climático, que provoca sequias e inundaciones, refiriéndose a la reciente vista del cardenal Czerny. Sudán del Sur está creciendo como Iglesia y retrocediendo en el campo social y político, lo que demanda más diálogo. Una situación que se agrava por la falta de trabajo y lugares para vivir. Es necesario, a partir del Sínodo, “ponernos al servicio de las personas, ante una guerra para destruir todo”. Por eso, ante los problemas, que son de todos, es necesario diálogo.
Un continente unido eclesialmente para servir mejor
El arzobispo de Bogotá (Colombia), cardenal Luis José Rueda, relató la experiencia de fe vivida en los contextos de las comunidades en un continente joven que se ha unido eclesialmente para servir mejor, como es América Latina. En ese sentido, el CELAM, la CLAR, la CAL, han dado una ruta unificada a la Iglesia latinoamericana, en la que se destaca el buscar siempre una espiritualidad muy próxima a los pobres, recordando la opción preferencial por los pobres asumida en la Conferencia General del CELAM realizada en 1968 en Medellín.
Entre los desafíos presentes en el continente, relató la violencia, el narcotráfico, la injusticia, la migración, con multitudes camino de paso hacia Estados Unidos, en busca de vida, pero encontrando a veces la muerte, citando la que sucede en el tapón del Darién. Ante esa realidad, la Iglesia latinoamericana ha decidido unirse y tener un método para acercarse a la realidad y, desde un mirar de esperanza y de fe, ver la presencia del Verbo Encarnado. Una Iglesia en la que se hace opción por el diálogo con todos, en una realidad donde todo esta interconectado, “todo nos desafía, pero todo nos llena de esperanza”, citando como ejemplo el diálogo por la paz en Colombia. Con relación al ambiente sinodal, destacó que “nos da la capacidad de dialogo, de escucha, de caminar juntos, de buscar objetivos comunes”.
Una Iglesia respuesta de Cristo ante situaciones dramáticas
“El Sínodo es una respuesta a estos retos del mundo, el Sínodo no se refiere, ni alimenta, ni fomenta una Iglesia ensimismada, una Iglesia que utiliza un lenguaje que nadie entiende y que trata temas que a nadie importan, sino una Iglesia en el mundo, una Iglesia que lleva la respuesta de Cristo a todas las situaciones dramáticas del mundo de hoy. Una Iglesia servidora, abierta, una Iglesia misionera”, afirmó el subsecretario del Sínodo, Mons. Luis Marín.
El obispo agustino define la experiencia vivida en la Asamblea como muy rica, destacando que lo que va surgiendo del diálogo y la experiencia sinodal es una Iglesia que se apoya en cuatro pilares: Iglesia Cristocéntrica, Cristo es una persona viva que da respuesta y que entusiasma; una Iglesia fraterna, desde la diversidad de culturas; una Iglesia inclusiva, corresponsable; una Iglesia servidora, lejana de luchas de poder, insistiendo en que “a la Iglesia se viene a servir”. Una Iglesia dinámica, “ojalá comuniquemos entusiasmo en el mundo de hoy”, ante tanto drama y dolor, la Iglesia debe llevar la alegría de Cristo y ser fuente de entusiasmo verdadero.
Sobre los diálogos en el Sínodo, Luis Marín habló de dos criterios: la conexión y la interrelación, empezado desde las parroquias, y por otro lado la concreción, bajar a la vida cotidiana. Igualmente cuatro binomios en los que se han profundizado: espiritualidad-signos de los tiempos, escucha verdadera al Espíritu Santo que habla en el Pueblo de Dios, el Evangelio se encarna, no una escucha etérea y de piadoserías; unidad y variedad, una sola fe, un solo Señor, un solo bautismo, en una variedad de situaciones, culturas y circunstancias, que demanda reacciones diversas; el centro y las periferias, desarrollo del principio de subsidiariedad; proceso de renovación que no termina y al mismo tiempo se va concretando en estructuras, que son instrumentos para vivir la realidad de la Iglesia. Desde ahí buscar ser más coherentes, dejar de lado el pesimismo, pues el Sínodo abre a una enorme esperanza, que lleve a cada uno a implicarse y contribuir en el proceso.