La Plaza de los Protomártires Romanos, en el interior del Vaticano, donde la tradición dice que fue martirizado el apóstol Pedro, como recordó el cardenal Koch, ha sido sede de una más de las actividades en torno a la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, la Vigilia Ecuménica, precedida por una procesión acompañada de velas, a la que se han unido más de 80 celebraciones en todo en el mundo. Una celebración que se ha llevado a cabo en el día en que se conmemora el aniversario del inicio del Concilio Vaticano II.
Los mártires testigos de unidad
Por eso, la celebración, en la que ha participado el Papa Francisco, junto con los participantes de la Asamblea Sinodal, entre ellos los delegados fraternos, cuyo número ha aumentado en esta Segunda Sesión, y representantes de otras iglesias, ha dado un papel destacado a dos documentos conciliares, la Lumen Gentium, unos de los textos vertebradores, que ha servido para conducir la Letanía de alabanza, y la Unitatis Redintegratio, el documento en el que se recogen las reflexiones en torno a la unidad de los cristiano, que fue hilo conductor de la Oración de Intercesión.
Recordando a los mártires, glorificados por el testimonio de Cristo, a la luz del capítulo 17 del Evangelio de Juan, el Papa Francisco afirmó en la homilía, que fue entregada a los participantes, pero no pronunciada, que “esta basílica ha sido construida sobre su sangre, la Iglesia ha sido edificada sobre su sangre”, pidiendo “que estos mártires puedan fortificar en nosotros la certeza de que, acercándonos a Cristo, nos acercamos los unos a los otros, sostenidos por la oración de todos los santos de nuestras Iglesias, ya perfectamente unidos en su participación en el misterio pascual”.
Más cerca de Cristo para mayor cercanía entre los cristianos
En su 60 aniversario, Francisco recordó Unitatis redintegratio: “los cristianos mientras más cerca estén de Cristo, tanto más cerca están entre sí”. Recordando que la abertura del Concilio “marcó el ingreso oficial de la Iglesia católica en el movimiento ecuménico”, destacó la presencia de los delegados fraternos y hermanos y hermanas de otras Iglesias. Ahí citó lo dicho por san Juan XXIII a los observadores en la apertura del Concilio, en la que refiere a la oración de Cristo en la última Cena, un texto profundizado por el Papa en su homilía.
“La unidad de los cristianos y la sinodalidad están conectadas”, subrayó Francisco. Dos procesos, sinodalidad y unidad de los cristianos, en los que “no se trata de construir algo sino de acoger y hacer producir el don que ya hemos recibido”. Ante la pregunta por cómo presentar el don de la unidad, respondió que “la experiencia sinodal nos ayuda a descubrir algunos de sus aspectos”. En primer lugar, señaló que “la unidad es una gracia, un don imprevisible. El verdadero protagonista es el Espíritu Santo, no nosotros; es Él quien nos lleva hacia una comunión mayor”.
La unidad fruto del cielo
Partiendo de que no sabemos el resultado del Sínodo y el camino de la unidad, destacó que “la unidad no es, ante todo, fruto de la tierra sino del cielo”, es algo que ha de implorarse “como Cristo quiere” y “con los medios que Él quiere”, citando al padre Paul Couturier. En el caso del proceso sinodal, “la unidad es un camino: madura con el movimiento, caminando. Crece con el servicio recíproco, con el diálogo de la vida, con la colaboración de todos los cristianos que ‘presenta con luz más radiante la imagen de Cristo Siervo’”, dijo Francisco. Algo que llama a “caminar según el Espíritu”, que dice Gálatas, o como “una caravana de hermanos”, en palabras de San Ireneo. Eso porque “la unión entre los cristianos crece y madura en la común peregrinación ‘al ritmo de Dios’, como los peregrinos de Emaús acompañados por Jesús resucitado”.
“Una tercera lección es que la unidad es armonía”, recordó Francisco. En esa perspectiva, afirmó que “el Sínodo nos está ayudando a redescubrir la belleza de la Iglesia en la variedad de sus rostros. En consecuencia, la unidad no es uniformidad, ni fruto de compromisos o de equilibrismos. La unidad de los cristianos es armonía en la diversidad de los carismas suscitados por el Espíritu Santo para la edificación de todos los cristianos”. Para el el Papa, “la armonía es el camino del Espíritu, porque Él mismo, como dice san Basilio, es armonía”. Para ello, “nosotros tenemos necesidad de recorrer el sendero de la unidad en virtud de nuestro amor a Cristo y a todas las personas que estamos llamados a servir. A lo largo de este camino, ¡nunca nos dejemos paralizar por las dificultades! Tengamos confianza en el Espíritu Santo que nos impulsa hacia la unidad en una armonía de diversidad multicolor”, subrayó.
Por último, puso de manifiesto que “igual que la sinodalidad, la unidad de los cristianos es necesaria para su testimonio: la unidad es para la misión”. Recordando la convicción de la unidad de los padres conciliares, recordó que “el movimiento ecuménico nació del deseo de dar testimonio juntos, con los demás y no alejados unos de otros, o peor aún, unos contra otros”. Desde el lugar de la celebración, el Papa señaló que “los protomártires nos recuerdan que hoy, en muchas partes del mundo, cristianos de diferentes tradiciones dan su vida juntos por la fe en Jesucristo, viviendo el ecumenismo de la sangre. Su testimonio es más fuerte que cualquier palabra, porque la unidad proviene de la Cruz del Señor”.
Vergüenza por el escándalo de la división de los cristianos
Al igual que en la celebración penitencial previa a la Asamblea, el Papa manifestó “nuestra vergüenza por el escándalo de la división de los cristianos, por el escándalo de no dar, unidos, testimonio del Señor Jesús”. Ante esa realidad, dijo que “este Sínodo es una oportunidad para mejorar, superando los muros que aún existen entre nosotros”, pidiendo centrase “en la base común de nuestro común bautismo, que nos impulsa a ser discípulos misioneros de Cristo, con una misión común. El mundo necesita un testimonio común, el mundo necesita que seamos fieles a nuestra misión común”.
Finalmente, recordando que “ante el Crucifijo san Francisco de Asís recibió la llamada a restaurar la Iglesia”, pidió “que la Cruz de Cristo nos guíe también a nosotros, cada día, en nuestro camino hacia la plena unidad, en armonía entre nosotros y con toda la creación, ‘porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz’”, dijo citando las palabras de la Carta a los Colosenses.