Después de la misa de apertura y la explicación de la metodología a seguir, podemos decir que la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad ha comenzado, en la tarde de este miércoles 2 de octubre, con la presencia de 350 miembros en el Aula Pablo VI.
Conformar una Iglesia una Iglesia verdaderamente sinodal en misión
Después de invocar al Espíritu y escuchar las palabras del presidente delegado de este primer día, el cardenal Carlos Aguiar, el Papa Francisco ha dicho que la Asamblea Sinodal, “deberá ofrecer su contribución para que se conforme una Iglesia verdaderamente sinodal en misión, que sepa salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales cuidando que se establezcan lazos con todos en Cristo nuestro Hermano y Señor”.
Una fuerte demanda, en la que Francisco, una vez más ha expresado algunos de los principios que marcan su pontificado. Alguien que fundamenta su magisterio en una Iglesia Pueblo de Dios, no podía dejar de recordar la necesidad de dejar “obrar al Espíritu Santo a partir del Bautismo, que nos genera a todos en igual dignidad”, insistiendo en que “el Espíritu Santo nos acompaña siempre”, como “consuelo en la tristeza y en el llanto, sobre todo, cuando —precisamente por el amor que nutrimos por la humanidad— frente a lo que no va bien, a las injusticias que prevalecen, a la obstinación con la que nos oponemos a responder con el bien frente al mal, a la dificultad de perdonar, a la falta de valentía para buscar la paz, caemos en el desánimo, nos parece que no haya nada que hacer y nos entregamos a la desesperación”.
No condenar, imitar a Dios que perdona
Eso sin olvidar que “el Espíritu Santo enjuga las lágrimas y consuela porque comunica la esperanza de Dios. Dios no se cansa, porque su amor no se cansa”. Francisco llamó a no condenar, sino imitar a Dios, que acoge a todos, siempre, y a todos ofrece nuevas posibilidades de vida, hasta el último momento”. Ese es el motivo por el que “nosotros debemos perdonar a todos siempre, conscientes que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonados”.
Una experiencia de perdón vivida en la Vigilia Penitencial del final del retiro previo a la asamblea, ante lo que preguntó: “¿Nos ha ayudado a ser más humildes?”. La razón de eso está en que “la humildad nos permite mirar al mundo reconociendo que no somos mejores que los demás”. Una humildad que es “solidaria y compasiva, de quien se siente hermano y hermana de todos, padeciendo el mismo dolor, y reconociendo en las heridas y en las llagas de cada uno, las heridas y las llagas de nuestro Señor”.
El camino se recorre juntos
Francisco destacó que, desde Pentecostés, “estamos en camino, como ‘misericordiados’, hacia el pleno y definitivo cumplimiento del designio de amor del Padre”, destacando que el camino se recorre juntos, convencidos de la esencia relacional de la Iglesia, desde la gratuidad de la misericordia de Dios y, por esto, confiables y corresponsables.
El Sínodo de los Obispos lo ve Francisco como “un sujeto plural y sinfónico capaz de sostener el camino y la misión de la Iglesia católica, ayudando de modo eficaz al Obispo de Roma en su servicio a la comunión de todas las Iglesias y de toda la Iglesia”. Por su parte, “el proceso sinodal es también un proceso de aprendizaje, durante el cual la Iglesia aprende a conocerse mejor y a individuar las formas de acción pastoral más adecuadas para la misión que su Señor le confía”.
El Obispo tiene que estar junto al Pueblo de Dios
El motivo para haber convocado un número significativo de laicos y consagrados (hombres y mujeres), diáconos y presbíteros, está en que “el obispo, principio y fundamento visible de unidad de la Iglesia particular, no puede vivir su servicio si no en el Pueblo de Dios, con el Pueblo de Dios, precediendo, estando en medio, y siguiendo la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada”. Una comprensión inclusiva del ministerio episcopal exige, que debe evitar el peligro de la abstracción y el de romper la comunión contraponiendo jerarquía a fieles laicos.
Insistiendo en no buscar el “ahora nos toca a nosotros”, llamó a “ejercitarnos juntos en un arte sinfónica, en una composición que nos acomuna a todos en el servicio al servicio de la misericordia de Dios, según los diferentes ministerios y carismas que el obispo tiene la tarea de reconocer y promover”. Por eso caminar juntos, todos, insistiendo mucho en el todos, “es un proceso en el cual la Iglesia, dócil a la acción del Espíritu Santo, sensible en el acoger los signos de los tiempos (GS 4), se renueva continuamente y perfecciona su sacramentalidad, para ser testigo creíble de la misión a la que ha sido llamada”.
Autoridad relacional y sinodal del obispo
El obispo no puede estar “sin el otro”, dado que “como nadie se salva solo, el anuncio de la salvación tiene necesidad de todos y de que todos sean escuchados”. Por eso subrayó que “la presencia en la Asamblea del Sínodo de los Obispo de miembros que no son obispo no disminuye la dimensión ‘episcopal’ de la Asamblea. Mucho menos pone algún límite o deroga la autoridad propia de cada obispo y del Colegio episcopal”. Eso porque la autoridad episcopal tiene que ser ejercida de modo “relacional y por ello sinodal”.
Por eso, dijo el Papa, “nuestro estar reunidos aquí —el Obispo de Roma, los obispos representantes del Episcopado mundial, laicos y laicas, consagrados y consagradas, diáconos y presbíteros testigos del camino sinodal, junto a los delegados fraternos— es signo de la disponibilidad de la Iglesia a la escucha de la voz del Espíritu Santo”. Desde ahí llamó a todos dar una respuesta a la pregunta “cómo ser Iglesia sinodal misionera”.
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