Un Sínodo sin novedades, apagado, sin temas concretos, con el que nada va a cambiar… Estos y otros mensajes semejantes llegan en los últimos días, una muestra de que la gran mayoría no entiende que, de la misma manera que para Francisco el tiempo es superior al espacio, podríamos decir que el modo es superior al contenido.
Testigos más que maestros
La historia nos muestra que los esencialismos dejaron de lado los modos. En esa perspectiva, se puede afirmar que el Concilio Vaticano II fue una tentativa de recuperar la importancia del modo. Pablo VI, uno de los papas del Concilio, dice que “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos”. El modo como algo superior al contenido, una dinámica que posteriormente se quiso relegar.
En esa coyuntura, podemos decir que Francisco ha vuelto a dar un impulso a la dinámica conciliar. Lo hace en Praedicate Evangelium, donde en el primer número explicita “la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos”, que no es otra que “anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo Señor, y con ello suscitar la escucha de la fe en todos los pueblos”. Para ello, Francisco habla del modo, no del contenido, y afirma: “la Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente”.
Gestos y obras para meterse en la vida cotidiana
Lo fundamental es el ejemplo, colocando en el texto lo que Jesús hizo, “lavó los pies a sus discípulos y dijo que seremos bienaventurados si también nosotros hacemos lo mismo”. Y por si a alguien no le ha quedado claro, continúa: “de este modo ‘la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo’”, explicitando que, para anunciar el Evangelio, el Señor “nos insta a cuidar de los hermanos y hermanas más débiles, de los enfermos y de los que sufren”.
Ese es el modo como Francisco orienta a la Iglesia para responder hoy a los signos de los tiempos, con modos, con testimonio, sin adoctrinar. En la meditación previa al inicio de los trabajos sobre el Módulo del Instrumentum Laboris que habla de los itinerarios, el padre Radcliffe advierte sobre eso: “muchas personas quieren que este Sínodo dé un Sí o un No inmediato en varios temas. ¡Pero esa no es la forma en que la Iglesia avanza hacia el profundo misterio del Amor Divino! No debemos huir de las preguntas difíciles”.
La Iglesia debe adoptar modos
Un Sínodo, una Iglesia, que explicite con pelos y señales lo que hay que hacer en cada momento, una Iglesia del Levítico y no del Evangelio. De ahí que continúe habiendo quien aboga por la Iglesia de los contenidos, de la doctrina, por la Iglesia piramidal en la que unos dicen lo que hay que hacer y otros obedecen sin rechistar. Francisco con el Sínodo quiere llevarnos a entender que la Iglesia debe adoptar modos, y cuando se haga eso, el contenido vendrá por añadidura.
Escucha, diálogo, conversación en el Espíritu, discernimiento comunitario, son modos que ayudan a avanzar en el proceso, un término decisivo en el Magisterio del actual pontífice. Pero cuando se habla de sinodalidad, parafraseando a Georg Bätzing, obispo de Limburg y presidente de la Conferencia Episcopal alemana, “se necesita mucha paciencia para aprenderla”, viéndola como “agotadora, a veces ardua”, pero sin duda el camino para “apreciar la diversidad en la Iglesia y promover la unidad”. Para ello, Bätzing también nos señala el modo: “escucharnos unos a otros y tomarnos en serio”.