“En Navidad celebramos que Dios se abaja y abraza lo humano”, la Hermana Liliana Franco nos habla sobre Sinodalidad y Navidad

“En Navidad celebramos que Dios se abaja y abraza lo humano”, la Hermana Liliana Franco nos habla sobre Sinodalidad y Navidad
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La Navidad es un tiempo de encuentro, reflexión y celebración. En este contexto, la hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, religiosa de la Compañía de María, teóloga y presidente de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), invita a ahondar en el sentido de la Sinodalidad como eje transformador de la vida y misión de la Iglesia.

En esta entrevista, la hermana Liliana nos comparte cómo la Sinodalidad es la esencia misma de ser Iglesia, un llamado a caminar juntos como hermanos, abrazando las diferencias y sumando esfuerzos para construir una comunidad más inclusiva y solidaria. Desde su perspectiva, vivir el espíritu del Adviento y la Navidad nos invita a redescubrir la cercanía de Dios en medio de los desafíos de nuestro tiempo, reconociendo su presencia entre los más vulnerables y los que sufren.

A través de un diálogo esperanzador, la religiosa reflexiona sobre los desafíos del camino sinodal, la importancia de la humildad y el testimonio, y cómo la lógica de la encarnación puede inspirarnos a vivir una Iglesia más cercana al Evangelio. Sus palabras nos animan a peregrinar en esperanza, priorizando el encuentro con Dios y comprometiéndonos con la misión de anunciar su Reino en un mundo sediento de paz, reconciliación y fraternidad.

Somos peregrinos

Pregunta: ¿Cómo define usted la Sinodalidad en el contexto de la vida y misión de la Iglesia?

Respuesta: Es el configurador, es la identidad, es aquello que al ritmo del Espíritu y desde el origen, estamos llamados a vivir.

Lo nuestro es el camino, somos peregrinos. Un camino asumido en condición de hermanos, acogiendo nuestras reales diferencias y sumando fuerzas y sensibilidades para el más de la entrega en misión.

Desafíos que enfrenta la Iglesia

P.: En este proceso sinodal, ¿qué desafíos principales enfrenta la Iglesia y cómo pueden abordarse desde una perspectiva evangélica?

R.: Reconozco varios desafíos:

BÚSQUEDA SINCERA DEL QUERER DE DIOS: superar posiciones teñidas de ideología, para buscar con corazón limpio lo que Dios quiere.

ESCUCHAR LA REALIDAD: Vivir en contexto, con los pies en la realidad. Escuchar el clamor de la historia, los anhelos de los más pobres, el grito de la tierra.

SITUARNOS AL MODO DE JESÚS: hacer del Evangelio el proyecto de la vida. Orar, profundizar el Evangelio hasta hacer nuestra, la manera de ser y de situarse de Jesús.

APRENDER UN NUEVO MODO RELACIONAL: Más evangélico, fraterno y sororal; menos clerical, abusivo o invasivo. Más sencillamente circular, comunitario, inclusivo.

SER EN MISIÓN: ubicarnos en las orillas geográficas y existenciales en las que urge anunciar a Jesús, dar la vida, comprometernos, acrecentar las redes de la solidaridad.

La lógica de la encarnación

P.: ¿De qué manera la Sinodalidad, como camino de escucha y comunión, se refleja en el misterio de la Navidad?

R.: En la Navidad celebramos el Misterio de la Encarnación. La certeza de que nuestro Dios se abaja y abraza lo humano, se aproxima a la historia y asume como propia la condición de los más pobres, de los desheredados, de los que no tienen dónde reclinar la cabeza.

Tal vez, la conversión pastoral de la que tanto hablamos tenga que ver con esa disposición a vivir desde la lógica de la encarnación: “desde abajo, desde cerca, desde dentro”.

En salida misionera

P.: El nacimiento de Jesús en un pesebre transmite un mensaje de humildad y encuentro. ¿Cómo puede inspirarnos para vivir una Iglesia más sinodal?

R.: Nuestro Dios escucha el clamor de su pueblo, por eso se encarna. Es el Emmanuel, “el Dios con nosotros”. Baja para liberarnos. El nacimiento de Jesús acontece en un pesebre como nuestra salvación.

La llamada será siempre la salida misionera, aproximarnos a otras orillas y hacer el anuncio creíble, sobre todo para los más pobres y los más pequeños. En ese sentido es fundamental el testimonio, que la vida sea elocuente.

La humildad posibilita el encuentro, aminora las brechas, nos permite coincidir en ese lugar en el que todos somos sencillamente humanos, y todo es gracia de Dios.

“Quien se sabe habitado se pone en camino”

P.: ¿Qué aprendizajes del Adviento y la Navidad pueden enriquecer el camino sinodal de la Iglesia?

R.: La vida en el Espíritu es un itinerario de salida. Supone experiencia, encuentro, abrazo profundo y movimiento. Quien se sabe habitado, se pone en camino, el amor lo moviliza.

Quien se sabe abrazado por la misericordia, de rodillas adora, y en pie, a prisa y por los caminos, anuncia.

Escuchar el clamor de los pobres

P.: La Navidad nos invita a reconocer a Cristo presente en los más vulnerables. ¿Cómo puede este llamado influir en las dinámicas sinodales, especialmente en la escucha de las periferias?

Hay muchos signos ordinarios y extraordinarios que nos evidencian la presencia y la acción de nuestro Dios en nuestro mundo, en medio de los pobres.

Sin mirada contemplativa, sin fina atención a los detalles, sin exquisita sensibilidad, se atrofia nuestra capacidad de trascendencia, y lo que es más importante, nuestra capacidad compasiva frente al sufrimiento humano.

Por eso, hoy más que nunca, hay que estar atentos, habitar los territorios y disponernos a escuchar el clamor de los pobres.

En una sociedad que se construye, bajo estándares de superioridad y grandeza, de apariencia y derroche, resuena la voz de Dios, invitándonos a trasegar los caminos de la sencillez, de la humildad y de la transparencia del corazón. En la lógica del Reino, dichosos son los pequeños, y a ellos se les revelará lo esencial.

Trabajar por la reconciliación y la paz

P.: En un mundo dividido, ¿cómo pueden los valores de la Navidad, como la paz y la reconciliación, ser un impulso para la unidad en el camino sinodal?

R.: Cuando la voz de Dios resuena, nos confiere identidad y misión. Se trastoca el ritmo de la vida. Escuchar se vuelve el imperativo que nos hace discípulos, y contemplar la realidad con entrañas de misericordia, nos lanza inevitablemente a la misión.

Y hoy es un imperativo el trabajo por la reconciliación y por la paz. Ser puentes, aminorar fronteras, educar para la convivencia y la paz, denunciar todo lo que suponga violencia, armamentismo y vulneración de los derechos humanos.

P.: ¿Qué significa para usted personalmente vivir el espíritu de Navidad en el contexto del Sínodo?

R.: Contemplar a Jesús, aprender de Él.

Peregrinar en esperanza

P.: ¿Qué mensaje daría a las comunidades que buscan vivir la Sinodalidad como una expresión concreta del Evangelio en Navidad?

R.: Les diría que lo que dura, lo que permanece, lo eterno, es siempre el resultado de una experiencia, de un encuentro en el que se acrecienta la confianza y el vínculo se establece desde lo profundo. Necesitamos crecer en experiencia de Dios.

Que continuemos peregrinando en esperanza, priorizando el amoroso y necesario encuentro con nuestro Dios. La experiencia orante que nos vertebre y nos fortalezca para dar la vida.

La fe supone camino, en ocasiones en despoblado, pero siempre acompañados.

La fe nos dispone a lo inédito y nos ubica en el territorio en el que todo es posible. La fe tiene como prerrequisito la experiencia de ser y de sentirse amados. Pero la fe, sobre todo, nos conduce a dar la vida, a ser misión, a apasionarnos por el Reino. Los invitaría a peregrinar en esperanza.


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