En la Iglesia sinodal, el Evangelio huye de toda estática

En la Iglesia sinodal, el Evangelio huye de toda estática
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La Iglesia sinodal, para llevar a cabo su misión, necesita enraizarse “en un lugar concreto, en un contexto, en una cultura”, advertía Maria Inázia Angelini a los participantes de la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, que está siendo realizada en el Aula Pablo VI del Vaticano de 2 a 27 de octubre de 2024.

Huir de toda estática

En la meditación previa al inicio de la reflexión sobre el Módulo de los Lugares, la monja benedictina recordó la condición de los primeros cristianos, como “extranjeros residentes”, afirmando que “si el lugar de la Iglesia es siempre un espacio-tiempo concreto de encuentro, el camino del Evangelio en el mundo va de umbral en umbral: huye de toda estática, pero también de toda ‘santa alianza’ con los contextos culturales de la época. Ella habita en ellos y es guiada, por su Principio vital, –el Espíritu del Señor– a trascenderlos”.

Una dinámica ya presente en el “no está aquí” de la resurrección y en la vida de la primera Iglesia, a cuyos miembros, “las proporciones de la cruz de Jesús los protegen inmediatamente de enredarse en culturas sedentarias e idólatras. En sabidurías aplanadas sobre la dinámica de la auto-salvación”. Desde ahí, “el recuerdo de las palabras de Jesús impulsa también a la Iglesia de hoy a arraigarse en todos los lugares de la humanidad, pero la hace vigilante con respecto a toda homologación”. El desafío, al hilo del Instrumentum Laboris de la Segunda Sesión, es “superar una visión estática de los lugares”, resaltando la monja, “incluso los más sagrados, incluso los más populares”.

Los banquetes en la Biblia

En sus palabras, Angelini reflexionó sobre los banquetes, el universal de Isaías, y el que, en el encuentro con el fariseo, Jesús muestra su abertura al diálogo con el diferente. Eso “porque la diferencia ilumina y discierne la autenticidad de los lugares”. A Jesús le encantan los banquetes, afirmó, pues “para Jesús, la mesa humana es un ‘lugar’ de encuentro en el camino, y un lugar arriesgado de verdad”. En palabras de la benedictina, la mesa es “un lugar de lo humano donde la itinerancia constitutiva del anuncio encuentra una parada necesaria; donde las relaciones tienen sus raíces; un ‘lugar’ altamente simbólico donde el hambre se desnuda y se comparte desde abajo, pero también un lugar donde se exponen las hipocresías ocultas”.

Para Jesús, el lugar es dondequiera que el hombre sufra el hambre, pues allí “se puede proclamar el Evangelio de verdad”. Por ello, “la Iglesia sinodal tiene –siempre– el desafío de redescubrir estos lugares”, destacó. Es en el lugar radical del humano, que Jesús inaugura la relación generadora, el lugar para decir Dios. Pero también advirtió ante “los banquetes inspirados en la lógica mercenaria, y el protagonismo que se aprovecha del otro necesitado”, algo común hoy. Jesús busca “una ética de la interioridad y de la autenticidad, y rechazar todo ritualismo vano”.

Para Angelini, “la duplicidad de corazón contradice radicalmente la convivencia de las diferencias”, afirmando que “el diálogo con las culturas implica discernimientos arriesgados, raramente aplaudidos”. La monja advirtió contra “la hipocresía que tanto desmotiva a las generaciones más jóvenes”, sobre “las culturas de la apariencia, que no sacian, en realidad, por el contrario, nos matan de hambre”. Ante ello llamó a impulsar el estilo de Dios, para reunir a otros, en la interioridad regenerada, y desde ahí, hoy, “redescubrir la fecundidad de los lugares en los que compartir el hambre y la esperanza humilde y tenaz”, buscando fraternidad, en la mesa donde todos puedan disfrutar de la mesa donde sacar, y transmitir, el Don que nos convierte en un regalo para los demás”, concluyó.

Necesidad de una Iglesia enraizada

Por su parte, el relator general del Sínodo, cardenal Hollerich, recordó que este Módulo habla de “la concreción de los contextos en los que se encarnan las relaciones, con su variedad, pluralidad e interconexión, y con su arraigo en el fundamento resorte de la profesión de fe”, citando el Instrumentum Laboris. Para el cardenal luxemburgués, citando el mismo texto, “la Iglesia no puede entenderse sin estar enraizada en un lugar y en una cultura”, abogando por la concreción, por el arraigo, reflexionando sobre las redes de relaciones, marcadas por el entorno digital.

En esa perspectiva, reflexionó sobre “las relaciones que se establecen entre lugares y culturas”, lo que lleva a abordar la comunión, las diversas gamas de relaciones entre iglesias, el intercambio de dones, y dentro de las iglesias locales, explicitando elementos presentes en el Instrumentum Laboris. Hollerich recordó el propósito del Sínodo: “el Santo Padre nos ha convocado aquí para escuchar también nuestros consejos sobre cómo hacer hoy más eficaz su servicio y el de la Curia romana”, insistiendo en que “tiene derecho a saber lo que pensamos realmente, partiendo de la vida y de las necesidades del Pueblo de Dios en los lugares de dónde venimos”.

Un Módulo que “atraviesa y cuestiona la experiencia vivida por los que estamos aquí”, afirmó. Hollerich recordó lo vivido en el Aula Pablo VI, donde los participantes de la Asamblea Sinodal, “hemos vivido una experiencia rica e intensa”, pero también no exenta de “penurias y dificultades”, que “conduce al encuentro con el Señor y hace brotar la alegría del Evangelio”. Para que no quede en un privilegio de los participantes, invitó a “preguntarnos cuáles son los caminos, las formas, también organizativas e institucionales, para que la riqueza de la experiencia que hemos vivido aquí, en este lugar, sea accesible a todo el Pueblo de Dios, y no sólo a través de nuestra historia, sino a través de la renovación de nuestras Iglesias”.


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