Evangelizar no se reduce a algo metafísico, lo importante es cómo hacerlo, y la respuesta es con palabras y gestos, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo, lavando los pies. Inspirada en las palabras del Papa Francisco, la secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, Emilce Cuda, iniciaba su intervención en la Tienda de la Sinodalidad, donde con Alessandro Galassi han abordado la cuestión de la Sinodalidad y los Movimientos Populares.
Reforzar la Sinodalidad
La teóloga argentina ha mostrado su deseo de reforzar la sinodalidad, en vista de un cambio de la Iglesia, una conversión, estructural, algo que responde al hecho de que la Iglesia es una reforma permanente, lo que debe llevar a predicar el Evangelio de forma sinodal, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Lo importante es hacer cosas concretas, que pueden ser hechas por el camino largo, el modo de Francisco, iniciando procesos, algo que demanda colaboración y paciencia, pues no sabemos si veremos los resultados, con fe en que otros continuarán el camino, aunque sea largo. Frente a ello, esta el camino corto, los atajos, aquellos que nos van a pedir cambios inmediatos, pero que tal vez no sean posibles ahora, pues tienen que ver con las estructuras.
Yendo del mundo católico al mundo secular, Cuda se refirió a la solidaridad, que definió como “un modo concreto de decir sinodalidad”. Refiriéndose al tema propuesto, afirmó que lo que hoy se llaman movimientos populares, hace más de 100 años que se conoce como comunidad organizada. De ahí dedujo que “ser sinodal es un modo de predicar el Evangelio de manera organizada, de manera comunitaria”. Algo que va más allá de lo que Francisco llama “individualismo comunitario”, que encierra las demandas sociales en sus propias comunidades, peleando por sus propias identidades, sin la capacidad de establecer lazos solidarios.
Hacer propio el sueño del otro
El desafío es que todo un país, todo un continente sea una comunidad organizada, lo que se consigue cuando hay solidaridad entre las demandas, cuando se es solidario y se camina juntos, acompañando las demandas de los otros, de modo colaborativo e intergeneracional, en red, dialogando, sintiendo la necesidad del otro y haciendo propio el sueño del otro. Frente a esto, el camino corto es que cada uno vaya con su propia demanda, narrativa, ansia, sin caer en la desesperación y la angustia que provoca el no ver los resultados inmediatos en mi propia vida. De hecho, la semilla no ve la planta, pero confía en que llegará a ser planta.
Emilce Cuda llamó a pensar en todas las comunidades organizadas para que sus necesidades y sus sueños sean reconocidas por los Estados como derechos. Según ella, la solidaridad no puede ser algo individual. Por eso, lo vivido en este Sínodo “tenemos que ponerlo en valor”, seguir trabajando en esa sinodalidad, citando varios organismos latinoamericanos en ese sentido, como la CEAMA, el CELAM, la REPAM, la REMAM, la REGCHAG, la Red Clamor, que muestran la riqueza en capacidad de organización, de resiliencia, de comenzar siempre de nuevo, de soñar, que tiene América Latina. Un continente joven, que lucha por la vida, que quiere construir puentes con otros continentes, algo que ha impulsado la Santa Sede a través de la Comisión para América Latina.
Europa debe aprender con Latinoamérica
Una experiencia de la sinodalidad que Alessandro Galassi comenzó a vivir con el Sínodo para la Amazonía, y que ha ido descubriendo al conocer diversos movimientos populares en América Latina, un continente al que Europa debe mirar para con gran atención para aprender de los procesos y cómo se han evolucionado esos movimientos populares. En sus palabras relató lo que ha conocido en Brasil, en la lucha por la defensa del agua. En esa perspectiva el documentalista italiano ve la sinodalidad como la capacidad de estar juntos y llevar adelante un proceso, lo que experimenta en su trabajo.
Galassi ve la esperanza como antídoto al miedo, al ansia contemporánea de vivir. Como contrapunto, define la esperanza como recibir la mística, algo que va más allá del optimismo, una esperanza que combina con el coraje, demandando en los europeos el coraje de mirar a Latinoamérica como modelo de un cambio de paradigma, que lleve, ante la de un Estado, a organizarse desde abajo. De hecho, Galassi afirmó que los movimientos populares en Italia y en Europa hoy necesitan un cambio de paso. Igualmente reflexionó sobre las migraciones y el cambio climático como algo que las provoca, viendo en el Papa Francisco al único líder capaz de encontrar una llave de lectura ante la realidad actual. De cara al futuro, destacó la importancia de los espacios de acción, citando algunos ejemplos, que ve como un puente para u cambio de paradigma. Para ello ve fundamental escuchar.
Discernimiento para elegir entre el camino corto y largo
Para elegir entre el camino largo y el corto, Emilce Cuda ve necesario ejercer el discernimiento. La teóloga habló sobe la realidad de las periferias en Latinoamérica, sobre la necesidad de descentralizar el Evangelio, de explicar en un lenguaje comprensible, sobre todo a los jóvenes de las periferias, lo que es la sinodalidad y la solidaridad, para que entiendan que “o se unen o se mueren”, algo a lo que muchas veces son obligados por la realidad social, contando diversos ejemplos de solidaridad con y entre los pobres en América Latina, donde “la gente tiene misericordia, tiene compasión, aunque estén enojados, aunque escuchen también otros cuentos”, pues “Latinoamérica todavía no perdió la capacidad de sentir en las entrañas el sufrimiento del otro”, lo que se traduce en solidaridad organizada.
Para Cuda, las virtudes teologales son condición para predicar el Evangelio concreto, ya que la fe en Dios se traduce a nivel horizontal en confianza, que a su vez es condición para haber política. Frente a ello está el miedo, como señala Fratelli tutti, donde el Papa advierte sobre aquellos que aparecen con su falsa mística de salvación comunitaria, lo que ocurre cuando estamos aislados, lo que muestra la necesidad de hacer comunidad. Junto con ello es necesario traducir el amor a Dios al campo horizontal, a la justicia social. E igualmente una esperanza en horizontal, en acción comunitaria, en “un ancla que debemos tirar muy lejos y agarrarnos y traccionar para poder llegar al territorio donde pusimos la esperanza”, como dice el Papa.
De hecho, “lo que mueve a los pueblos y a las personas no es la necesidad, es la esperanza”. De ahí que en Querida Amazonía el Papa no hable de cuatro necesidades, sino de cuatro sueños. Para alcanzarnos no hay que tener miedo, debemos aprender a comunicar, a contar las historias, siempre superando el miedo, también en las periferias, donde muchas veces no se conocen alternativas. Se trata de construir puentes desde los temas, iniciativas y sueños en común, desde la confianza mutua, el diálogo, buscando ejemplos de sinodalidad concreta, desde las comunidades organizadas, desde el Evangelio y el Magisterio Social de la Iglesia, “que es el gran monumento que el catolicismo aporta a la modernidad”. Son historias que los pueblos han tejido, escritas en el caso de la Teología de forma transdisciplinar, usando otro lenguaje con el que podamos llegar a más personas.