En su primer discurso como Sucesor de Pedro, el nuevo Pontífice augura una Iglesia misionera, cercana y fiel al Evangelio, con un fuerte llamado a la unidad, al diálogo y a la paz.
Desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el recién elegido Papa León XIV dirigió su primer mensaje al mundo con un tono pastoral, fraterno y esperanzador. En un discurso marcado por referencias al Buen Pastor, al espíritu de sinodalidad y al testimonio de su predecesor, el nuevo Papa delineó las primeras intuiciones de un pontificado que se perfila como continuación del camino iniciado por Francisco, pero con acentos personales de apertura, cercanía y misión.
“La paz esté con todos ustedes”, fue la primera frase que resonó en la plaza de San Pedro, evocando las palabras del Resucitado. Para León XIV, esa paz es “desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios. Dios, que nos ama a todos de manera incondicional”.
Iglesia sin miedo
El Papa recordó la voz de Francisco, y expresó su deseo de continuar la bendición que su antecesor ofreció al mundo: “Dios nos quiere. Dios nos ama a todos. Y el mal no prevalecerá. Todos estamos en manos de Dios”.
El Papa León XIV hizo una exhortación a no tener miedo, a caminar juntos tomados de la mano, “unidos hoy de la mano de Dios y entre nosotros, avancemos hacia adelante. Seamos discípulos de Cristo”, anunciando un Evangelio que ilumina la humanidad: “Cristo te precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de él como el puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayudadnos también a ser ustedes, los unos con los otros, a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz. Gracias al Papa Francisco”.
Iglesia unida
El Pontífice agradeció al Colegio Cardenalicio por confiarle la misión de suceder a Pedro: “También quiero dar las gracias a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo. Sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros”.
En una referencia a su identidad espiritual, el Papa reveló: “Soy un hijo de San Agustín. Agustiniano. Que dijo “Con ustedes soy cristiano y por ustedes obispo”. En este sentido podemos todos caminar juntos hacia esta patria que nos ha preparado Dios”.
Iglesia misionera
A la Iglesia de Roma la llamó a iniciar un nuevo tiempo misionero, con brazos abiertos como los de la Plaza de San Pedro: “Debemos comenzar juntos una iglesia misionera. Una Iglesia que construya puentes de apertura y de diálogo siempre abierta a recibir. Como esta plaza, con los brazos abiertos a todos. Todos aquellos que necesitan caridad. Nuestra presencia, el diálogo y el amor”.
El discurso también tuvo un fuerte acento latinoamericano. El Papa León XIV saludó con emoción y en español a la Diócesis de Chiclayo, en Perú, donde ejerció su ministerio episcopal: “Un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida Diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”.
Un pontificado sinodal
En su alocución, el Papa León XIV trazó con claridad el horizonte de su pontificado: una Iglesia sinodal: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren”.
“Hoy, en el día de la Virgen de Pompeya, nuestra Madre María quiere caminar siempre con nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor”, dijo, a tiempo de pedir la gracia especial de María y “rezar por esta nueva misión, por toda la Iglesia y por la paz del mundo”.
Desde el Observatorio Latinoamericano de Sinodalidad, este discurso es recibido como una confirmación del camino emprendido en las últimas décadas: una Iglesia del Pueblo de Dios, peregrina, en salida, dialogante, samaritana, constructora de paz.
A continuación, las palabras de León XIV:
La paz sea con todos ustedes.
Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado, el Buen Pastor que ha dado la vida por el rebaño de Dios.
También yo quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, que alcance a sus familias, a todas las personas, donde sea que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra.
La paz esté con ustedes.
Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendecía a Roma.
El Papa que bendecía a Roma también daba al mundo entero esa mañana del día de Pascua. Permítanme dar continuidad a esa misma bendición: que Dios los quiere mucho, Dios ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo, unidos, mano a mano con Dios y entre nosotros, andemos adelante. Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz; la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por el amor de Dios. Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz.
Gracias al Papa Francisco. Quisiera agradecer a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, trabajando como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio y ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín, agustino, que ha dicho: «Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo». En este sentido, podemos todos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial. Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre dispuesta y abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos. A todos los que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, de diálogo y amor.
Y si me permiten, también una palabra, un saludo, de modo particular para todos aquellos de mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos y hermanas, de Roma, de Italia y de todo el mundo. Queremos una Iglesia sinodal, que camina, que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, estar cerca de quienes sufren.
Hoy, en el día de la Virgen de Pompeya, nuestra Madre María quiere caminar siempre con nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor.
Ahora quisiera rezar junto a ustedes por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz del mundo. Pidamos esta gracia especial de María, nuestra Madre.
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