El Papa a quien le gusta escuchar se ha encontrado este sábado con dos grupos a quienes a lo largo de la historia la Iglesia no les ha hecho mucho caso, las mujeres y los laicos. Dos colectivos representados en esta ocasión por quienes participan de diversos modos en la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se realiza en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Las mujeres y los laicos hoy tienen voz y voto
La iniciativa, promovida por ellos mismos, fue aceptada por el Santo Padre. El actual pontificado ha dado pasos con relación a las mujeres y a los laicos, cada uno los calificará a su modo, pues las valoraciones personales siempre son diversas. Nadie puede negar que, por ejemplo, en el Sínodo, las mujeres y los laicos hoy tienen voz y voto, algo que es signo de alegría para ellos, dado que se les ha abierto la posibilidad de participar de los procesos de discernimiento, una dinámica de gran importancia en la Iglesia actual.
Quien gana con esa proximidad es la propia Iglesia, pues se van fortaleciendo las redes entre las diversas vocaciones, ministerios y servicios. Si queremos que la misión de la Iglesia, el anuncio del Evangelio, la construcción del Reino de Dios se haga presente entre nosotros, el bautismo debe ser punto de partida, el Pueblo de Dios como un todo debe asumir ese llamado de Jesús a sus discípulos.
Escuchar es de gran valor para Francisco
En el Aula Sinodal, en las mesas redondas, la presencia laical y femenina, ha sido de gran importancia. Son ellos y ellas quienes mejor conocen la vida cotidiana de la Iglesia en la base, los pormenores de la misión cotidiana. Escuchar eso, es algo de gran valor para el actual pontífice, pues es una oportunidad para aproximarse del sensus fidei fidelium, el sentido de la fe de los fieles, de todo el Pueblo de Dios.
No ha trascendido el contenido de las conversaciones mantenidas a lo largo de la audiencia, pero no cabe duda de que ha debido ser un momento de gracia, un tiempo de Dios para mucha gente, que habrá descubierto en los pocos minutos al lado del Santo Padre una inspiración, una fuerte motivación, no solo en sus palabras, sobre todo en sus actitudes, en su apertura a la escucha, que le lleva a llegar antes a las sesiones del Sínodo y sentarse para atender a la larga fila que se forma, en la que evidentemente tienen cabida las mujeres y los laicos.
Sumatoria de voces por una Iglesia sinodal y misionera
De hecho, alguien que ha participado del encuentro afirma que “fue significativo escuchar a las mujeres de los distintos continentes, esa sumatoria de voces y de sensibilidades unidas en el deseo de ser Iglesia sinodal y misionera. Todas tan distintas y tan dispuestas a caminar juntas, a abrir puertas, a comunicar la Buena Noticia. Es una alegría sentirnos hermanas”.
En la Iglesia de Francisco caben todos, y se escucha a todos, todos, todos, también a quienes la Iglesia a lo largo de su historia hizo oídos sordos. En la Iglesia sinodal, serán muchas mujeres y muchos laicos quienes seguirán arrimando el hombro para empujar hacia adelante, para que ese modo de ser Iglesia se instale en la base, en las comunidades, donde muchas veces, aunque algunos les quieran callar, continúan testimoniando con su palabra y con su forma de vivir, que vale la pena llevar la Buena Nueva hasta los confines del mundo.